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Radiofonista y ayudante de Gaspar

Fueron momentos de ilusión y emoción

Desde el momento que me comunicaron que iba a representar al Rey Gaspar en la magna y brillante cabalgata de Reyes de Oviedo, supe que, a pesar de haberlo hecho ya hace treinta años, ésta vez iba a ser diferente y muy emocionante. Y no me equivocaba. Así fue.

La larga, pero maravillosa jornada, comenzaba con la recepción a miles de niños de Oviedo y otros lugares de Asturias, incluso de fuera, como gallegos, madrileños o vascos, por la mañana, en el Campo de San Francisco, y con los que durante tres hermosas horas tuvimos oportunidad de recibir sus deseos y oír, en algunos casos peticiones increíbles, por hermosas y sorprendentes.

Una niña pedía a los Reyes solamente la paz para el mundo y otra, que esperaba dentro de unos meses la llegada de su segunda hermanita, solo nos pedía que "su hermana llegara a este mundo bien". Precioso. También nos dejaban sus cartas y algunos chupetes que no usarían más.

Y por la tarde, el momento culminante y único de la cabalgata por las calles de Oviedo. Eran miles de niños con sus papás, con sus abuelos, que me pusieron un nudo en la garganta, saludándonos y gritando nuestro nombre al desfilar en la brillante carroza. Con sus grandes ojos abiertos y llenos de ilusión, en su día, la tarde-noche de Reyes. Indescriptible. Creo que viví y viviré pocos momentos de tanta ilusión y emoción como estos de la tarde del día 5 de este año, que no olvidaré.

Sabia que iba a ser algo así, pero todo vivido durante el día, y especialmente esas dos horas por las calles de Oviedo abarrotadas de niños, desbordaron todo cuanto podía imaginar. Me siento feliz, por ellos y por mí. En suma, un día inolvidable.

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