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Con vistas al Naranco

Calcetines para refugiados

En la mili del Campamento de El Ferral del Bernesga nos permitían viajar a casa el sábado para regresar en la madrugada del domingo al lunes. En una ocasión, cuando ya estaba yo en uno de aquellos autobuses que nos liberarían por unas horas, recibí un arrugado papel de errática escritura: "Vas a mi ma y pídeis unos calcetos". El remitente era Lito, un minero que formaba conmigo en la primera fila de la compañía llamada "de incidencias" al que habían arrestado en el último instante. Interpreté enseguida el acuciante problema que sufría: los calcetines se mojaban con demasiada facilidad y el frío leonés impedía recuperar su natural textura.

A las cinco de la mañana, aún sin amanecer, Lito me esperaba en su arresto de imaginaria del barracón con los pies encallecidos, cercano a la cojera y a la tiritona, en sus botas reglamentarias.

Besó los calcetines antes de colocárselos.

Las ONG solidarias con la llegada de refugiados se apresuran a poner calcetines secos a los pies maltratados de tantos niños y mayores.

No tuve ocasión de preguntar a Lucio, mi querido consuegro, abuelo como yo de mis nietos, si los hermanos Attenborough (David, luego Premio Príncipe de Asturias, Richard, cineasta famoso) si se ocuparon en especial de sus pies cuando le recibieron ejemplarmente como refugiado al norte de Inglaterra.

Es lo que ahora sucede en Lesbos, donde es increíble hayan sufrido detención unos heroicos bomberos sevillanos,voluntarios de Proem-Aid, para rescatar del mar a quienes huyen de las atrocidades bélicas. Entre sus loables acciones está colocar calcetines, "calcetos" para muchos asturianos, tal decía Lito, mi compañero recluta.

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