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La mar de Oviedo

Verdes

Siempre oí que en Asturias existen y tienen nombre más de doscientos tonos de verde: alga, primavera, trébol, helecho, musgo, espuma de mar, enol, hierba-de-Pravia, ciruela, río, etc. Frans Hals, pintor barroco, utilizaba veintinueve tonos de negro: Angola, humo, obsidiana, cuervo, grafito, medianoche, regaliz, de la uña, etc. También en inuktitut, idioma de los esquimales, se distinguen decenas de tonos blancos: hueso, copo, antiguo, frío, marfil, alabastro, luna, etc. De la misma manera, los Tuareg conocen y denominan mil ocres: piedra, arena, takedda, ahaggar... A la mariposa, en vascuence, se la nombra de cien maneras: pitxilota, tximeleta, mitxilikota, txirimika, inguma, mandatari, poxpolin, pinpilinpauxa, mariapanpilon, abekata, etc. En cambio, nuestra decadente democracia emergente es caldo de cultivo para groseras corrupciones que no tienen nombre. O sea.

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