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La mar de Oviedo

Autoría

Los escritores trabajamos a precio de saldo, nuestra hora es mucho más barata que la de limpiabotas, barrendero y, por supuesto, pordiosero; darle a un mendigo un bocadillo en lugar de unas monedas sería una afrenta, en cambio no es infrecuente que a nosotros nos despachen con unos pinchos y un tintorro; es así mientras nos hacemos un nombre, que empieza a sonar cuando nos jubilamos (cobra su mayor dimensión al morirnos), tiempo en que si nos reeditan, o no nos descatalogaron, empezaríamos a vender algún ejemplar de los publicados en nuestra activa vida improductiva. Entóncenes hemos de optar por la pensión o por los irrenunciables derechos de autoría, un diez por ciento de las ventas, que recaudan las editoriales y si no reclamásemos tirarían a los gochos. Ante tan injustas paradojas, la imaginación que se nos supone debería resolver este conflicto y ponerle un final feliz.

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