La familia hostelera asturiana está de luto por la desaparición de Saturnino González Antón, que fue "maître" del restaurante Casa Conrado y que hacía poco que estaba disfrutando de una bien ganada jubilación. Saturnino elevó el trabajo de sala de la restauración a un nivel de verdadero arte. Fue un absoluto referente en Asturias en su profesión y un ejemplo para quien se ocupa del trabajo de atender a los clientes en la sala, saber ofrecerles lo que más les pueda agradar, ensalzar los productos haciéndolos atractivos y convertir, en definitiva, su estancia en el establecimiento en una experiencia lo más grata posible. En esto Saturnino fue el número uno.
Ahora que los cocineros y chefs están en una verdadera y justa actualidad en medios de comunicación de toda España y se suceden programas y concursos que sitúan a la figura del cocinero en el eje de los negocios hosteleros, es momento de reivindicar la figura de los trabajadores de sala. Un trabajo que, como Saturnino nos enseñó, requiere conocer al detalle las necesidades de los clientes, hacerles un análisis instantáneo de sus deseos para facilitarles la elección de los productos con sugerencias y consejos precisos. Para ello se necesita conocer también a la perfección los productos y las preparaciones y sus ingredientes. Saturnino demostró con claridad lo importante que es esta función.
La historia de Casa Conrado y de la restauración en Oviedo tiene muchos elementos notables. Y sin lugar a dudas, uno de ellos es la figura de Saturnino González Antón, que desarrolló toda su vida profesional junto a su primo Marcelo Antón. Hoy, a la hora de su despedida, una despedida que ha llegado demasiado pronto, quiero transmitir a su esposa María Del Pilar y a sus hijas Silvia y Nuria el respeto y el cariño de toda la familia hostelera de Asturias.
