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Hermano mayor de la Archicofradía del Santo Entierro

Nunca la dejaron sola

La histórica relación de los bomberos con la iglesia de San Isidoro

En algunas ocasiones, cuando se habla de un tema cualquiera, tendemos a simplificar a quedarnos con un dato, una declaración, un titular..., y emitir una opinión sin quizá tener en cuenta el trasfondo de la situación o las implicaciones que puede tener. Estos días se ha hecho público que el Ayuntamiento de Oviedo no permitirá al cuerpo de Bomberos acudir como escoltas de la imagen de la Virgen en su Soledad en su salida procesional del Sábado Santo. Habrá personas que estarán de acuerdo con esta decisión, otros no comprenderán siquiera por qué los bomberos realizaban esta escolta..., pero a muchos nos entristecerá de corazón no contar con su presencia, por la relación tan especial de los bomberos con la parroquia de San Isidoro y la cofradía que allí tiene su sede.

Mucho tiempo atrás, cuando aún vivíamos sin tecnología, el sonido de las campanas de San Isidoro era el encargado de avisar a los bomberos de dónde se había declarado un incendio. Esas campanas eran por tanto de vital importancia y el punto de referencia para, a partir de él, llegar a tiempo a una situación de peligro y poder llevar a cabo el admirable trabajo que realizan los bomberos. Pero eso no era todo. La iglesia de San Isidoro sabía que contaba con los bomberos para momentos tan significativos de su vida parroquial, como los actos de celebración de la Inmaculada en la que eran los encargados de colocar el armazón en el retablo y todas las telas que cubrían el altar para situar a la imagen en lugar privilegiado durante su fiesta. Mientras que en Semana Santa su labor hacía posible que se pudiese cubrir la iglesia de luto para esas fechas.

Todo ello hacía que los bomberos formasen parte de la familia de la parroquia, siendo muy queridos y admirados. Por esa razón, cuando el cuerpo de Bomberos se ofreció a escoltar a la Soledad, ¿quién podría ser mejor que ellos? Era un honor mutuo que participasen en la procesión al lado de una imagen a la que seguro que muchos de ellos se habían encomendado para poder realizar su trabajo con la dedicación y compromiso de la que hacen gala. Es de las pocas procesiones, sino la única, en la que participan de esta manera. Un ofrecimiento voluntario, desinteresado y motivado sencillamente por sus ganas de acompañar a la Soledad. Desde el principio fue así, con unos pocos años en los que se les otorgaban 20 euros como gratificación. Pero desde el año pasado esto ya no existe y su deseo, como así demostraron, fue el de seguir acudiendo a la procesión del Sábado Santo.

Pocos aplausos más sentidos y más espontáneos se han escuchado como los que cada año se dan a los bomberos al finalizar la procesión. Es la manera en la que todos los fieles que allí nos reunimos sentimos que muestra nuestro reconocimiento por su presencia al lado de la Soledad y nuestro agradecimiento por realizar una profesión de entrega, en la que se juegan la vida por todos sus conciudadanos. Es, por tanto, un aplauso de estima y admiración, ante unos de los escoltas más queridos y apreciados por todos los fieles. Un cariño que se extiende a todo el recorrido de la procesión cuando el público asistente los identifica. Debería ser motivo de orgullo para nuestros representantes municipales el hecho de que la ciudadanía reconoce y valora su abnegado servicio y su presencia junto a su querida Virgen de la Soledad.

Por eso esta medida nos entristece como cofrades porque para nosotros no son un simple adorno o están fuera de lugar o realizando una labor que no les corresponde y que les deslegitima. Todo lo contrario. No es en absoluto un simple gesto de caminar al lado de una imagen, sin más ni más. Seríamos los primeros en rechazar esa intención. Es algo mucho más significativo y profundo; un momento, que compartimos durante la procesión, de reconocimiento por su trabajo y por la historia que nos une que siempre estará ahí y que hará que la relación entre los bomberos y la parroquia de San Isidoro y su cofradía no deje ser nunca de verdadero afecto.

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