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La mar de Oviedo

Saetas

El tripartito no cederá el balcón del Ayuntamiento para cantarle saetas a Cristo, quizá lo dejaría para lanzárselas. Le falta cintura al tripartito, o, en el caso del balcón, altura de miras. Cuando Gustavo V entregó el Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, en 1945, la poetisa chilena (entonces eran poetisas, aunque de vanguardia), como buena diplomática (su nombre era Lucila del Perpetuo Socorro) e hija de la democracia chilena, de un pueblo nuevo y de la América íbera, dijo sentirse conmovida ante la monarquía sueca, cuya originalidad consistía en rejuvenecerse por creaciones sociales como la Fundación Nobel, expurgar una tradición de materiales muertos y conservar el núcleo de las viejas virtudes y los imponderables del pasado. Pero el tripartito no pondera y tampoco deja el balcón para los Premios Princesa. Cantó la Mistral: "¡No quieren que yo beba si no tiemblo en su agua!".

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