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La mar de Oviedo

Cerrado

En pocas ocasiones me verán paseando por Oviedo, es más fácil toparme de esas guisas en Estambul o en la Patagonia. Sin embargo, el lunes al mediodía atravesé Oviedo caminando y me perturbó la escasa circulación de coches y de ciudadanos y la enorme cantidad de comercios con la persiana bajada; tuve que comprobar en el reloj que no me había confundido de hora, que no eran las tantas de la madrugada. Me preocupó la falta de actividad, intramuros y extramuros, como si alguien se hubiera olvidado de abrir las puertas de Asturias y abatir el puente levadizo. Y así nuestras casas, vacío el nido, con los hijos fuera buscándose los apuntes y la vida. Mientras, los administradores de la penumbra devanan la contabilidad para ponerle impuestos al oxígeno y al empresario agonizante, para sacar dinero debajo de las piedras, donde lapidaron a los emprendedores.

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