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Al norte del paralelo 43

Sieroviedo

Disputas familiares a cuento del lugar idóneo para la ciudad deportiva del Oviedo

El asunto acabó como el rosario de la aurora. Pero no era mal plan. Hace unas fechas invité a la muyer y a los fíos a comer en Colloto, que hay buena sidra. Y surgió el tema de la ciudad deportiva del Real Oviedo. Que si en el Asturcón, que si en Parque Principado, que si en Les Caldes?

-A mí el sitio que más me gusta es Parque Principado -comenté.

-Pero está en Siero -respondió mi hijo.

Expuse que los asturianos siempre andábamos con el lastre de los localismos, y que no había más que leer el periódico para ver que la moda en todos los sitios era la disgregación, con todo el mundo queriendo ser independiente, cuando lo que estaba claro era que la fuerza la daba la unión. Por eso mismo era una ocasión histórica para juntar Oviedo y Siero. Sierenses y ovetenses siempre se llevaron muy bien, tenían territorios compartidos como Limanes o Colloto, y las fiestas más grandes para los carbayones eran el Carmín y Les Comadres. La unión resolvería el problema del Real Oviedo, y seríamos el primer municipio de Asturias en todo salvo en superficie, que para eso está Cangas del Narcea. Ahorraríamos un alcalde, una pila de concejales, un secretario, un interventor, un jefe de la policía, la de su madre. Pero, sobre todo, daríamos una lección al mundo.

-Como sierense que soy me niego a ser fagocitada por Oviedo -dijo mi mujer.

-Pero sierense de qué si naciste en Mendoza.

-Pero mi abuela era de Marcenao. Por respeto a mi sangre, me niego.

Mi hijo apuntó otra ventaja. Hoy día Oviedo era la capital y Oviedo era el concejo, lo que suscitaba confusiones. El nuevo municipio ya no se llamaría Oviedo, y ese problema desaparecería. Mi hija preguntó cual sería la capital, a lo que yo respondí que el núcleo más imp ortante del municipio resultante era Oviedo, y que parecía lógico que ella mantuviese ese carácter. Mi mujer replicó que eso los de Siero no lo aceptarían, que tenía que ser La Pola.

-Hay una solución -terció mi hijo -Que Oviedo sea la capital y el concejo se llame Siero.

Yo propuse la suma de los actuales nombres, que hasta encajaban si Siero iba delante: Sieroviedo. Eso además daría relevancia a Siero y los polesos admitirían la capitalidad en Oviedo.

-¡Eso suena a fábrica de muebles, vaya chapuza de nombre! -cortó mi mujer.

Mi hija comentó que ella estaba muy orgullosa de ser carbayona, y que además se veía desde lejos que el asunto me interesaba porque me quedaba más a mano el campo que en la Ería, intereses espurios nada más. Negro sobre blanco.

-¡Pero si no me gusta el fútbol! -respondí.

-Efectivamente, tu empeño desmedido huele a turbio, a comisión; y plantearlo a tu familia es despreciable -largó su madre.

Preferí no responder. Le pregunté a mi hijo si él al menos veía razonable mi idea. Me respondió que era ciudadano del mundo, que le repateaban los localismos, los nacionalismos, y todo lo que acabase en ismo y que le importaban un higo las fronteras y demás rayas artificiales en el mapa.

-Bien -respondí caldeado. -Somos cuatro y cada uno pa su lao, incapaces de ir de la mano hasta pa pañar duros. Así avanza Asturias. Bárbaro.

Me levanté a pagar pensando que con esa tropa no había nada que hacer. Seguro que Alfonso XIII había subido encantado por la pasarela del barco en Cartagena diciendo "¡Ahí os quedáis, chavales!"?

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