La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Con vistas al Naranco

El comensal

La huella de los escritores americanos en el relato realista de Gabriela Ybarra

En la semiclandestinidad político estudiantil de Bilbao, en los primeros sesenta, circulaba un pasquín que reutilizaba un popular anuncio de aceite: "El secreto está en la 'Y'...¡la 'Y' de Ybarra!". Nuestro panfleto desgranaba luego la oligarquía que llevaba el emblemático apellido.

Ahora, por venturoso azar, me topo con "El Comensal", de Gabriela Ybarra. Antes, mi librera de cabecera ya me puso en la pista de Fernando Marías, otro bilbaíno que podía interesarme.

"El Comensal" es un relato sobre el secuestro y asesinato del abuelo de la autora, alcalde que fue de Bilbao, cuando Gabriela tenía "menos seis años", y, en la segunda parte, la muerte de su madre por cáncer de colon.

Algún critico de campanillas no comparte este género de relato no ficción, e incluso recuerdo, de los "Encuentros del Campoamor", cómo polemicé con el inolvidable Juan José Saer por mi mitificación de los novelistas postfaulknerianos, realistas: Capote, Mailer, en parte Wolf...También encuentro en Gabriela Ybarra remota huella de esos americanos que antes de Roth y Auster, por cierto Premios "Príncipe de Asturias", y Salinger tomaron el relevo del gran Faulkner y también de Sinclair Lewis, Hemingway, Dos Passos, Steinbeck... que llenaron sueños casi olvidados de mi generación.

"Me voy soñando.Vengo de soñar", era verso de Angel González.

Aunque conocí en aulas bilbaínas a las llamadas chicas de Neguri, resulta que esta escritora es ya distinta, porque su familia hubo de desterrarse espantosamente o por su esfuerzo intelectual, creador del excelente fruto de su conmovedor relato.

Y una última referencia a la estupidez de matar por unas fronteras, aforismo universal de Ybarra que vale ahora para lo que ocurre en Siria, en los bordes de la UE o en la locura catalana, que un maldito día puede involucrarnos en un proceso demencial de empobrecimiento.

Me pasa con Jorge Reverte ("Inútilmente guapo") cuando cuenta su experiencia con el ictus, o escuchando al nuevo académico astur de Medicina, Pedro Vega, y a Carlos H. Lahoz, su introductor, cuando analizan la silente crudeza de mi enfermedad, que me hacen valorar muy alto la honesta visión de Gabriela como testigo, o víctima, que indaga sin apenas sobresalir.

Bien me llega "El Comensal" por su espiral de armoniosa ficción/realidad, sea cual fuera la perorata de Saer en aquel nostálgico Campoamor.

Compartir el artículo

stats