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Memoria y justicia para Julián Clavería

Homenaje a uno de los impulsores de la urología en Asturias

No veré monumentos, voy a ver jardines. Lo veo cerca y en el centro hay una glorieta o jardín. Viejos árboles la rodean, rugosos y, en el medio se arriman unos arbustos polvorientos; se ven guijarros puntiagudos que sobresalen del terreno y unos faroles viejos. Dentro del farol la luz ha sido remplazada por una bombilla, sucia, sin cristal. Lo cierto es que se respira un abandono, una profunda tristeza en estos polvorientas jardines; cerca hay un depósito de agua y en su jardín están plantadas unas rosas. Sigo caminando y la nieve había cubierto todas las cumbres rocosas, las que ceñidas del cielo se miran en este como un espejo. Y se ven, a veces, reflejadas en forma de nubes pasajeras. La nieve había caído en tempestad de grandes copos y cubría todas las cumbres. En aquellos momentos la soledad era absoluta y allí el frío pesaba. El paisaje es impresionante: el Aramo, la Magdalena y la Mostazal, almas fluidas rumorosas. Dios silencioso es la soledad. Todos estos paisajes se ven o se sueñan. Continuo y me encuentro un jardín y un edificio cerrado que fue hospital hasta hace poco. Allí se encuentra un busto abandonado. No llega ningún ruido al jardín. Si algún día estuviera atendido y cuidado permanentemente se vería un monumento de un profesional de fuste, muy querido y admirado en la ciudad, que no lo olvida, ya que la gratitud es la más grande de las virtudes, sino la que engendra todas las demás. Séneca decía: "Es ingrato quien niega el beneficio recibido; quien lo disimula; más ingrato quien no lo restituye; pero de todos, el más ingrato es quien lo olvida.

No olvidemos al médico don Julián Clavería. La Beneficencia Provincial perpetuó su memoria con un busto para resaltar emocionadamente su categoría científica y humana. Pertenecía a esa clase de personas que no pueden ser olvidadas.

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