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La mar de Oviedo

Rufo

Rufo (Oviedo, 1987-1997). Cruce afectuoso de mastín y pastor, si algo le quedaba de hipermétrico fundiósele; ahí está, desnudo y canino, en Doctor Casal (a falta de veterinario), sin ladrido, con el frío del hocico extendido hasta el rabo. No es el coyote de las perfomances de Beuys, no es arte para el debate, pero es escultura social; no es el animal vivo, de Kounellis, con excrementos, aunque lo meen sus congéneres; no es la cabra de angora disecada, de Rauschenberg, aunque alguna action painting lo salpique; no es dadaísta, pop ni impresionista, a lo Rodin, tampoco el romántico rampante y heroico de Jacques-Louis David, ni el fiero león de Barye. Pocos perros aupamos en el pedestal, si acaso la agresiva chienne, de Rouillard, y, en su día, algunos mansos al pie de San Francisco y de San Roque. La lealtad a ningún amo y un fallo renal llevaron a Rufo al bronce.

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