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La mar de Oviedo

Allanamiento (4)

Una señora de raza (no preciso la raza por no ofender a terceros) allanó mi domicilio el miércoles santo, según vengo denunciando aquí; lo hizo a primera hora, cuando yo celebraba dentro mi reunión con Calíope, Melpémone, Polimnia y otras empleadas, para repartir la carga de trabajo de la jornada: ellas la parte creativa, el ingenio, la fantasía, la innovación, yo los dedos. La ladrona vino a echarme una mano, lo que menos necesito; entró con sigilo y con ganzúa donde nadie la llamaba y alteró mi confort, mi intimidad y mi corazón. ¿Cómo contar lo que ocurrió? Ahora comprendo al tribuno (un flojo Joseph Fiennes) de "Resucitado", en cartelera; a él, como a los apóstoles (flojos también) se les apareció Cristo (un pésimo Cristo, con perdón) y estos dejaron la pesca, el centurión la lanza y yo estoy en trance de tirar la pluma, al menos como cronista de sucesos. (Continuará.)

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