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La mar de Oviedo

Allanamiento (5)

Que uno trabaje en su morada, escuche leves ruidos sospechosos, se levante a inspeccionar y se encuentre en la planta alta con una señora registrando el xifonier del dormitorio es cosa que pone a prueba el corazón, lo cardiovascular más que la filantropía; en ese sentido, el fisiológico, superé la prueba, maldita sea su estampa. Espeluznado, me acerqué a la intrusa, la agarré por el brazo, para asegurarme de que, aunque tenía pies, no era un fantasma, y ahí nos cruzamos unas palabras, ella en buen castellano, sin acento caló; en ese contacto advertí rasgos de etnia zíngara, romaní o del subcontinente indú, más que de Matalablima. Aquí quiero hacerme eco de la denuncia vecinal, lo leo hoy en estas páginas, de una mafia rumana que maneja mendigos, y yo aventuraría que también rateras descaradas. Del cruce de palabras hablaré mañana, hoy ya no cabe.

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