A lo que parece, Asturias vuelve a ser una tierra mágica, como pretendía Mario Roso de Luna en su libro "El tesoro de los Lagos de Somiedo", recorriéndola de una manera extravagante bajo el influjo de la Luna y encontrando, entre otras cosas, a Juan Uría convertido en un chamán.

José Zorrilla, en un sentido totalmente distinto al de Roso de Luna, durante su estancia en Vidiago, en casa del indiano Lamadrid, a quien había conocido en Méjico, durante el Imperio de Maximiliano, percibió que Asturias podía ser el escenario prefecto de los novelas de un sucesor de sir Walter Scott. Pero los escritores no se fijaron en aquel potencial histórico y épico, sino que, a la manera de los autores de la Restauración, escribieron sobre el agobio de la vida provinciana, amores adúlteros tristes y aldeas a punto de ser devoradas por el progreso. Con tales temas, no hay quien haga épica.

Recientemente, zapeando, di con el programa "Melinda", que trata de casos extraordinarios, dirigido por un tal Jordi, Los invitados al programa deben decir tantas veces Jordi como se repiten hasta la saciedad los nombres "Rose" ("Rous") y "Jason" ("Jeison") en los telefilmes norteamericanos. En aquella ocasión hablaban de las monjas de Tineo que tuvieron alguna intervención en los envenenamientos de Carlos II. Sobre esta cuestión, Francisco Tuero Bertrand escribió una monografía excelente, que Jordi y sus colaboradores, como es natural, desconocían.

Ahora resulta que hay fantasmas en el monasterio de San Antolín de Bedón, el mejor románico de la comarca oriental de Asturias, próximo a la desembocadura del río Bedón. En el desvencijado monasterio se ha instalado también un equipo de cazafantasmas dirigido por una médium ovetense afincada en Avilés. Para cumplir su cometido llevaban toda clase de tecnología especializada. Yo no sé muy bien lo que esperan estos intrépidos cazadores, pero, según oí decir, del interior de la abadía en ruinas salió alguien pidiéndoles tabaco. Y esto, que puede parecer una chuscada que desautoriza cualquier atisbo de seriedad en esta investigación, no dudo que es lo que confirma la existencia de fantasmas.

En el siglo XVII se produjo el extraño caso del hombre-pez de Liérganes: un hombre de esa localidad santanderina se echó a la mar, dirección Oeste, y después de doblar el Cabo Ortegal, siguió nadando hasta llegar a Cádiz, donde fue recogido con el cuerpo escamoso. Al poner pie en tierra dijo su nombre, Francisco de la Vega Casar, y pidió tabaco, lo que demuestra que los seres extraordinarios que pueblan el submundo no participan de la legión antitabaquista. La fundación de San Antolín de Bedón es asimismo legendaria. La leyenda procede del bosque, vinculada al conde Mañazán. Nicolás Castor de Caunedo, autor de "Álbum de un viaje por Asturias", para uso de la reina Isabel II durante su visita al Principado, ofrece una versión descafeinada de la leyenda. Porque la verdadera es de hierro y sangre, de confusión y parricidio. Otros autores como Antonio Fernández Martínez dan otra versión. Donde ahora se medio levanta la abadía, había una cabaña habitada por una doncella de extremada belleza. Una noche de tormenta, el conde intentó forzar a la desvalida muchacha, pero ella se resistió; días más tarde, la vio en compañía de un hermoso joven mientras él perseguía a un jabalí. Tal fue la furia del conde al ver a los dos jóvenes con las manos entrelazadas junto al fuego que mató a los dos enamorados. A aquella mala obra del conde sucedió la construcción de la abadía, que data del siglo XI, encargada a monjes de San Benito. Un abad fundó un mayorazgo para un hijo natural, aprovechando el paso del futuro Carlos V. Esta leyenda es la de San Julián. Un día, persiguiendo un ciervo, éste se vuelve hacia él y le advierte: "¿Por qué me persigues? Un día matarás a tus padres".

Julián se casa con la señora de un castillo. Los padres van en su busca, llegan al castillo de Julián, que está cazando, y la esposa los acuesta en su alcoba. Al regreso Julián cree que su mujer se encuentra con otro y degüella a sus padres.

La leyenda se mantuvo en Llanes. Recuerdo haber oído contar de niño que el conde había fundado San Antolín para ser perdonado por haber matado a sus padres o a su esposa.