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Pozu Olloniego

Anecdotario del emocionante homenaje al sindicalista Severino Arias

Habrá un día

en que todos

al levantar la vista,

veremos una tierra

que ponga libertad

Labordeta

Fue emocionantísimo el homenaje a Severino Arias, sindicalista donde los haya.

Nicanor López Brugos estuvo soberbio en la presentación, lo mismo que Javier Morán en el resumen de una vida consecuente. Como dijo Nacho Quintana nos prestaba a todos participar en el homenaje sin el demasiado frecuente goteo de entierros (Herrero Merediz, Alberto y J.L. Espeso, Marcelo García, Paco Mori, Lolín...). Con la famosa estrofa de Labordeta se me electrizó la piel de la nostalgia. Muy bien Severino mentando a Berta, su compañera, que en aquellos sesenta era otra personalidad valiente.

Acierto de los organizadores distribuirnos por pozos, es decir por mesas con nombres de explotaciones históricas tal minero fue, es, el homenajeado. Seguramente por ovetensismo me correspondió sentarme bajo el letrero Pozu Olloniego.

El emblemático pozo de nuestro concejo está clausurado pero me cupo, a presión de Lolín, inolvidable concejal y amigo, lograr una última y efímera apertura. Recuerdo que el día que bajé al Pozu, con Covi Bertrand y Lolo, me encontré con Belarmino, que además de minero fue novelista autodidacta. Belarmo García ("Lolo, el francés de la Mortera").

Curiosamente me tocó junto a Nacho, nieto de Eugenio Quintana Lavilla, uno de los copropietarios del Olloniego en el esplendor de los años veinte. Al otro lado, Marcos Merino, el gran cineasta de Remine, que prepara otra película relacionando el pasado carbonífero astur con Calais, Dunkerke y el Norte de Inglaterra. Manuel Llaneza fue un adelantado de la necesidad de unir a los trabajadores sin fronteras por mucho que las organizaciones internacionales de origen obrero, marxistas o libertarias, ya estuviesen consolidadas pero no en la precisa praxis sindical y asistencial que pregonaba el que fuera Alcalde de Mieres. El mismo Ignacio Quintana publicó en los sesenta, en una editorial catalana, la ineludible unión entre los trabajadores europeos sobre la que peroraron también, sin olvidar el lacerante asunto de los refugiados, Canor y Severino.

Junto a Quintana y Marcos compartí manteles con Pilar Varela y Mari Cusa, Cristina y Carlos Deago, la joven Paula Trueba, admirables luchadores, y esperábamos al bueno de Rafael Avello, que no llegó.

En fin, cuánto eché de menos a Lolín en su Olloniego.

La tierra pone Libertad. Hace falta, sin embargo, que lo sea para todos y en todo el mundo. Como concluyó López Brugos: ¡¡a no olvidar los vendedores de armas!!

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