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Con vistas al Naranco

Fantasmas y cazafantasmas

Las enigmáticas construcciones que se prestan a la transmigración de las almas

(Los hombres) conmueven por su condición de fantasmas

Borges, "El Aleph"

Sintiendo mi fantasma venidero

Gastón Baquero

Hace una decena de semanas, Serrat, que ha poco estuvo apoyando a la entrañable "Trece Rosas" que mueve Laura Diez Prieto, cantó, con gran éxito, a "Los fantasmas del Roxy".

El Roxy, que me sabe a la Argañosa, es en el juglar catalán cinematógrafo barcelonés que sustituyeron por la bancaria sucursal 33: "Pero de un tiempo acá, en el banco, ocurren cosas / a las que nadie encuentra explicación. / Un vigilante nocturno asegura / que un trasatlántico atravesó el hall".

Ha bastante más de medio siglo, en el número 13 de la ovetense Cervantes, hoy hotel Barceló, con Jaime Herrero y J. L. V. provistos de linternas, husmeé unos fantasmas. El enigmático arquitecto del singular edificio, L. Montes, que hizo escenarios fascinantes para Hollywood, consiguió un aire al maldito Dakota neoyorquino, donde mataron a Lennon y Polanski rodó la demoníaca "Rosemary baby".

Hay construcciones que se prestan a la transmigración almaria; lo sostenían Henry James y Oscar Wilde. Woody Allen, tan influido por Buñuel como razona Natalio Grueso en "El último genio", es caro a fantasmas. Nacho Gracia se queja de la escasa literatura fantástica asturiana, pese a que los fantasmas anidan en brumas montañosas y hasta la Catedral llegaron los espectros del Cid y de Fernán González reclamando voluntarios para Las Navas de Tolosa. Tradición desdibujada por la de Santiago, jineteando blanco caballo, en Clavijo. Borrow se encontró con uno en su viaje asturiano de vendedor de Biblias. J. A. Balbontín, republicano que fue un tiempo comunista, rescatado por Daniel Guerra en importante libro, me hablaba en su exilio londinense de que todas las almas vagaban antes de desaparecer definitivamente.

Coincidí, como ya conté en "Desde mi ventana", con Bill Murray, el "cazafantasmas" masculino por excelencia. Fue no sé si casualmente en el Hotel Biltmore, de Coral Gables, famoso por invasión de fantasmas en los treinta: "Siguen cambiando de sitio los visillos", me juró el recepcionista. También estuve, en representación del Parlamento europeo, en el palacio de Linares/Casa de América, que da a la madrileña Cibeles, donde se buscaron señales de fantasmas.

Hace días, Avelino Martínez y yo, en el entreacto operístico del Campoamor, nos vimos con Francisco Vázquez, alcalde que fue de La Coruña y exembajador ante el Vaticano. Pues bien, los timbres de la reanudación impidieron confirmar la leyenda de un fantasma en el romano/español Palacio Monaldeschi de la piazza di Spagna. Lo cuenta Jorge Dezcallar en "Valió la pena". El tal fantasma es "hombrecillo bajito, regordete y sonriente que se aparece a mujeres muy serias", entre ellas Paloma Gómez Borrero.

Sea como fuere, Joan Manuel terminaba su poema:

"Así que no se espante, amigo, / si esperando el autobús / le pide fuego George Raft. / Son los fantasmas del Roxy / que no descansan en paz".

Y es que, en definitiva, los magos, la Santa Compaña, los emparedados vivos, las bruxas y sus pócimas sacrílegas... de Cunqueiro and Company: "¡haberlos, haylos!" y mucha la inquietud de Polanski, Woody, Jaime, Joan Manuel, Dezcallar, Borges, Wilde, Paloma, Murray...

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