Desde hace tiempo, Joaquín Pixán viene trabajando en la recogida de piezas tradicionales en busca de la definición de lo que pueda ser un cancionero asturiano. Para ello ha contado con la colaboración del poeta Antonio Gamoneda y ha hecho infinidad de llamadas telefónicas solicitando ideas o materiales.

Yo he recibido bastantes de esas llamadas que pueden prolongarse durante una hora más o menos (menos mal que es Joaquín quien llama) y durante dos o tres veces en la conversación, por poner un ejemplo de lo que pretende o busca, la prosa cede paso al verso y la prosa conversacional de nuestro gran cantante entona a través del inalámbrico unos versos o la canción entera, en muchas ocasiones poco conocida y siempre con las variantes inevitables, y así, en una conversación de carácter erudito o informativo, se enciende la chispa poética y escuchamos algo así como: Arrimadín a aquel roble / di palabra a una morena. / El roble será mi testigo / y ella será mío cadena.

En diferentes artículos, he defendido el valor poético del verso de la tonada. Algunos de esos versos están a una gran altura; no estará de más citar nuevamente aquella canción que ronda que Eduardo Martínez Torner recoge en su "Cancionero musical de la lírica popular asturiana" y que Salvador de Madariaga consideraba digna de Shakespeare:

¡Que me oscurece! ¡Ay, de mí que me oscurece / a la salida del monte! / Penosina de la aldea, / dame posada esta noche, tan oscura. / ¡Oh, qué noche tan oscura que no tiene movimiento, / oh, quién pudiera tener tan sereno el pensamiento.

No es que tengamos en mucho el sentido poético de un hombre más bien de prosa como Madariaga, pero en este punto acertó por completo. Y nos vienen al recuerdo dos versos del poeta romántico Gabriel García Tassara, que de ninguna manera podía estar familiarizado con la tonada astur: Y ¡oh! quién pudiera por su propia mano / arrancar de su frente el pensamiento. Todo arte popular es residuo o recuerdo de un arte culto que se ha perdido, en contradicción con las ya olvidadas teorías tradicionalistas defendidas con tanto empeño por don Ramón Menéndez Pidal y su escuela, que afirmaban que la lírica popular es la creación colectiva de un pueblo, suponemos que en fase poética muy acusada.

Hoy no creo que a nadie se le ocurra defender tal posibilidad, porque una cosa es que se llame "poesía popular" a la que canta el "pueblo" y otra muy distinta que el "pueblo" sea poeta, ya que la creación poética es eminentemente individual. Varios vecinos de un pueblo pueden organizar un orfeón, pero de ninguna manera componer un terceto. El terceto sale de otras fuentes que no son precisamente las de la voz. Unos versos como: Tú cantabes en mío sueño / la canción me despertaba / tan guapa cuando la oyía como cuando la soñaba.

No creo que pueda ocurrírsele a muchos a la vez. Hay un material poético y musical disperso en Asturias de una importancia extraordinaria, que se ha perdido o está a punto de perderse, o se conserva de manera fragmentaria o con notables alteraciones. Es el caso, por ejemplo, de la popular canción "Carromateros", que cada cual canta como Dios le da a entender: "Carrosmateos" (como si tratara de los carros de Mateo) y otras variantes que introducen el nombre propio de Mateo cuando en la canción, tal como debiera cantarse, Mateo no aparece.

La letra no se refiere a ningún Mateo sino a los "carromateros", a los que conducen carromatos (entre los que no hay inconveniente de que alguno se llamara Mateo). Podrían aportarse cientos de ejemplos (por no exagerar) de letras escuchadas "de oído" e interpretadas por el intérprete tal como él cree captarlas. Por eso, tratándose de la misma canción, las letras difieren a veces en aspectos sustanciales que les dan sentidos completamente diferentes del que originalmente tenían. Otra cuestión es la de las canciones adaptadas a circunstancias muy diversas, incluidas las políticas, como la muy conocida "Dime dónde vas morena, dime dónde vas salada", la cual morena puede ir tanto a la fuente a buscar agua como, según se cantaba hacia 1934, a la Casa del Pueblo, a ver a los socialistas, porque su padre le había prohibido salir con fascistas.

La labor llevada a a cabo por Joaquín Pixán en el aspecto musical y Antonio Gamoneda en el poético, no es solo de recogida y rescate de materiales líricos, sino de su reconstrucción. Por eso, la primera publicación de este trabajo, del que se esperan nuevas entregas, lleva un título que señala su provisionalidad: "Tentativa de un Cancionero Asturiano para el siglo XXI". Pixán entiende que considerar el canto popular como la expresión musical de un pueblo, y siempre la misma, no es un pensamiento muy acertado, a su juicio.

Por lo que el propósito del cantante y del poeta es actualizar la calidad de los materiales sin desvincularse de la tradición, aunque reconociendo que "piezas tradicionales hay en las que nos parece intocable su belleza melódica". Así, la canción que hemos citado en primer lugar y que abre con su sonido de añoranza, noche y misterio, el "Cancionero" de Torner. Otros estribillos admiten toda clase de variantes, como

Por el camín del puerto / no pasa nadie.

Algunos de los versos aquí incluidos remiten a los cancioneros del siglo XV, como

Del rosal vengo, madre, / vengo del rosal.

en el que no resulta muy difícil reconocer el conocidísimo estribillo "de los álamos vengo, madre", aunque en la reconstrucción el aire asturiano no tarda en presentarse:

A riberes de aquel váu / viera estar rosal granáu.

No existe ningún obstáculo para que en la Asturias del pasado se cantaran estribillos de los cancioneros, y tal vez con el tiempo y poco a poco irían tomando una forma autóctona. Aunque no creo que la tonada astur proceda de los cancioneros: está demasiado enraizada en la tierra, en las fuentes, en el monte, en los topónimos.

Tal vez podamos afirmar que la tonada, en buena parte, está libre de influencias extrañas, no en el aspecto musical, naturalmente, sino en las diferentes manifestaciones de sus letras (canciones de ronda, nanas, de faenas campesinas, de corro, etcétera) y en sus expresiones locales (vaqueiras, etcétera).

La labor emprendida por los autores de esta "Tentativa de cancionero" es arriesgada, y cabe hacer la pregunta: con tanta electrónica y el mundo marchando a velocidades supersónicas, ¿el hombre no se olvidará de cantar?