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El Otero

Detalles banales

Sobre El Asturcón, "Villa Magdalena" y lo que puede traer consigo el Calatrava

Suele decirse que el diablo está en los detalles. Pequeños pormenores insustanciales que, en muchas ocasiones, son los que marcan la diferencia. Por ejemplo, ¿alguien duda de la importancia del correcto uso de la coma en nuestro idioma? Tiene su aquel ese pequeño signo ortográfico. Coincidirán conmigo en que no es lo mismo escribir: "vamos a comer niños" que "vamos a comer, niños". Y guarden buen cuidado, no vayan a mandar un mensaje en el que en lugar de escribir "te deseo buenas noches" pongan "te deseo, buenas noches" El resultante en uno u otro caso puede ser muy distinto. Una coma marca una importante diferencia. Bien, todo este preámbulo ejemplificador viene al caso por una noticia sobre el centro ecuestre El Asturcón que publicaba hace unas semanas LA NUEVA ESPAÑA: "Un centro impulsado por el PP que pasó de costar 2,4 millones a 24". ¿Lo ven? ¿A que no es lo mismo? Y todo por un pequeño e inocente detalle; por una coma sita donde no debía. Y ahora unos piden que se lleven los caballos a Benia de Onís o que se asuman no sé qué responsabilidades. ¡Ay! Que nadie pretenda hacer leña de árbol caído alguno por una inocente coma mal situada. Lo más que podemos hacer es resignarnos y llevar a cabo una cuestación popular para regalar a quien corresponda un surtido de cuadernillos Rubio para que aprenda a poner la coma donde corresponde, que lo bien hecho bien parece.

Otro detalle que se ha exagerado. El pasado 14 de mayo leíamos también en este diario unas declaraciones del exalcalde Gabino de Lorenzo sobre "Villa Magdalena": "De Lorenzo asume que se cometió un error pero fue sin mala fe". No sé por qué me recuerda una frase del humorista mejicano Roberto Gómez Bolaños, que en su personaje de "El Chavo del Ocho", decía: "Fue sin querer queriendo". El culebrón de "Villa Magdalena" está trufado de pequeños detalles desde su inicio. Un pequeño detalle banal podría ser que alguien quiera comprar una propiedad que el PGOU aprobado por unanimidad en 1986 declaraba no edificable y de interés para uso público. Que quien compró en apenas tres millones de euros pueda embolsarse sesenta, nada... una fútil particularidad. Pequeño detalle podría ser que no llegara a buen puerto ninguno de los convenios que hubieran evitado la expropiación. Y, tras una larga historia que dejaremos para mejor ocasión, en noviembre de 1998, el Ayuntamiento decide recurrir en los tribunales la tasación del palacete y consignar los once millones y medio de euros -cumple la primera pero, mira tú, jamás se consignó el dinero en el juzgado- sin duda, detalle trivial y polvo del que se derivan, muy probablemente, los lodos actuales. El postrero intento de acuerdo por el que se cedía el entorno del Campo San Francisco para un estacionamiento subterráneo nada, otro detalle baladí. El informe del Síndico Mayor que apreciaba un quebranto económico de más de treinta millones de euros por no haber cumplido el acuerdo de consignar el justiprecio, ¡bah! un quítame allá esas pajas.

Por supuesto que no había "mala fe", faltaría más. Quizá, al menos, un regio "lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir" fuera pertinente. Pero bien haríamos con cuidar estos pequeños detalles porque, aunque banales, nos pueden costar un ojo y la yema del otro.

Y del Calatrava, líbranos Señor...

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