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La Bomba Del Fontán | Las Crónicas De Bradomín

Los avatares de una vida cómoda

El repaso a algunos pasajes vitales de un ovetense de cuna

A algún novelista escuché decir: "Hay veces que creas un personaje y comienzas a darte cuenta de que quiere ir por libre, tener vida propia, que se te va de las manos". En esas andamos. Hoy, Bradomín dice tener un fuerte brote de melancolía y la cabeza enredada en contradicciones y pesares. Después de mucho rogarle, finalmente accede a seguir contando pasajes de su vida. Y se suelta con esta andanada.

"Nunca pude soportar las ambigüedades que conducen a equívocos, a distorsionar lo real de lo ficticio. Supe estar arriba y abajo; si bien, los de clase alta poco me enseñaron o nada. Fui a escuelas públicas y a colegios de pago. Conocí la leche en polvo y el queso americano, aunque no llegué a probarlo. Jamás canté el 'Cara al Sol', tampoco 'Montañas Nevadas', ni anduve 'con flores a María'; pero, de haber ocurrido hubiese tomado ejemplo de Alfonso Guerra, que de niño ya prometía, al que en una ocasión le oí decir que cuando le obligaban a cantar el himno falangista, por lo bajo entonaba una copla de García Lorca. De haber sido ese mi caso me hubiera inclinado por el xiringüelu".

"De verdad, me gusta pasar inadvertido. Recuerdo una anécdota que me sucedió estando en la mili. Llevaba más de dos meses en el campamento [El Ferral], cuando dos días antes de la jura de bandera el teniente, con gesto de extrañeza, me soltó: '¿Seguro que perteneces a esta compañía?', a pesar de que desfilaba en primera fila".

"Siempre detesté el sentido de pertenencia a rebaño alguno, excepto unos meses de flirteo con el Opus. Aquello terminó un buen día que realicé un comentario un tanto jocoso y un sacerdote de la prelatura me amenazó con morderme en los cataplines. Jamás me movieron las ideologías; aun así, mantengo buena relación con personas que militan. Conocí gente comprometida políticamente, en especial a un vecino, intelectual él, que el día de la muerte de Franco tiró por la ventana de su casa libros, panfletos y todo objeto de color rojo que pilló. Lo peor fue que entre todo aquello se le fue la Caperucita de su hija, el berrinche correspondiente lo pueden imaginar. Otros conocidos, todavía hoy, loan el Mayo del 68 francés y glosan, siempre que les des oportunidad, haber estado en la revuelta; en fin, todos sabemos cómo acabó la cosa: la imaginación nunca llegó al poder y debajo de los adoquines sigue sin aparecer playa alguna".

"A mis años, todavía sigo sin saber cuál es el perfil que determina que a una persona, apolítica como yo, se le tilde de facha. Pudiera ser el hecho de haber tenido un abuelo indiano que amasó una fortuna y que a su regreso fue vituperado de negrero y masón. Quizás un padre rentista viviendo en la opulencia gracias a los réditos de una generosa herencia; o, el papel de una histriónica madre, una señora bien de la ciudad -pese haber nacido en Gijón-, cuyas prioridades son: merendar en Rialto y las partidas de Gin Rummy en el Club de Tenis?".

"Por todo ello, desde muy jovencito, tomé la determinación de no desperdiciar mi vida y aplicarme una máxima: "Es estúpido perder la salud por acrecentar la fortuna, para tener luego que invertir ésta en restablecer aquella", que decía el ínclito Dr. Thebussem".

La azarosa vida de Bradomín parece reunir suficientes ingredientes para una obra de Jardiel Poncela. Digo yo.

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