Un debate en las redes me anima a escribir este artículo. Se refiere al modo en que la sociedad emite etiquetas y como éstas, más que descriptivas, encierran un aroma de minusvaloración, incluso despectivo.

Las etiquetas son sólo eso, y no aportan más que dolor al estigmatizado, porque yo, por ejemplo, no soy un discapacitado, no es necesaria esa etiqueta para describirme. Tengo un nombre y si en lugar de moverme en silla de ruedas lo hiciera de pie, es decir, como marcan los cánones de estandaridad, nadie me colgaría esa etiqueta.

Lo curioso es que una parte de la sociedad se encuentra incómoda a la hora de aplicar la etiqueta "negro" a un individuo e intenta decir "persona de color", que es otra etiqueta más. Sin embargo, se encuentra cómoda a la hora de aplicarme a mí la de discapacitado con el argumento de que es "la norma", y cabe preguntarse, llegado este momento, ¿quién maneja esas normas de etiquetar lo "no estándar"? ¿Se pregunta acaso al afectado?

Llamar a una persona discapacitada equivale a desposeerla de capacidades, cuando puede ser muchísimo más capaz que tantos otros que lo rodean y a los que no se les puede denominar discapacitados por cumplir con la norma de estandaridad social. Con lo que "per se" se está cometiendo una grave discriminación.

Muchos chicos, con formación, me dicen: "No entiendo por qué se empeñan en calificarme como discapacitado, ni siquiera quiero que me apliquen la 'discriminación positiva'. Yo lo que quiero es poder entrar, que no me obliguen a pasar con mi silla por un espacio estrecho por el que no quepo o a subir unas escaleras. Si no existieran barreras físicas ni sociales, ésas que viven dentro de las mentes de los que contratan, yo sería un trabajador normal, eficiente y positivo para la sociedad. Pero me etiquetan y me destruyen".

La sociedad, en lugar de colocar etiquetas, lo que debe hacer es crear espacios de protección como el de la Ley de Vida Independiente, dotándola de un modo efectivo para proporcionar apoyos suficientes a los ciudadanos, ésos a los que sólo quiere etiquetar. Estos días salía Aberásturi con su hijo y expresaba su sufrimiento por no poder hacer más. Supongo que por sentirse un poco solo, lo que no sería lo mismo si una sociedad madura se ocupara del futuro de su hijo casi como si lo hiciera él. Porque hasta el más incapaz, ése que la sociedad casi etiqueta como vegetal, está capacitado para producir amor en aquellos que lo rodean; ese amor que quizá no se pueda explicar con palabras, pero que todos los humanos reconocemos, identificamos y, sobre todo, sentimos.