Con ocasión del reciente fallecimiento del gran Magistrado don Eduardo Gota, quiero significar varios aspectos de su figura excepcional, tanto en el aspecto personal como de magistrado. En primer lugar, debo decir que fui alumno suyo en la asignatura de Derecho Administrativo y, como no podía ser de otra manera, era un gran maestro, didáctico, divulgativo, sencillo y asequible, y ello teniendo en cuenta que muchos aspectos de las clases que impartía eran, digamos, ásperas o muy técnicas.

Posteriormente, y ya ejerciendo la abogacía, siempre recuerdo que era una persona y un magistrado de esos a los que se ajusta perfectamente el refrán "la cara es el espejo del alma", pues desprendía bonhomía, buen carácter, era conciliador...

Y es que, en su trayectoria, efectivamente hablamos de una persona que pertenecía a otra época muy distinta de la actual. Fue alumno del considerado mejor administrativista de España, antes y ahora, García de Enterría. Tenía vocación por el Derecho Administrativo y era un auténtico y genuino jurista (lo cual es decir mucho, pues no es lo mismo jurista que magistrado, dado que el primero exige una capacidad de estudio y de conocimientos que no son equiparables a un magistrado cualquiera).

Como también se ha dicho, a pesar de esa vocación, supeditó la posibilidad de ser magistrado del Tribunal Supremo a seguir en Oviedo al lado de su familia, lo cual también denota una escala de valores que, en otros muchos casos, obedece a prioridades muy distintas.

Debo insistir en que infiero, por conocimiento directo y por las referencias que me han llegado, que hablamos de una gran persona y un gran jurista. Asturias, por cierto, fue y es cuna de grandes juristas, entre los que figuran, además de don Eduardo, Aurelio Menéndez, Melquíades Álvarez... Y si lo extrapolamos a otras áreas del saber, sólo basta invocar a Severo Ochoa o a investigadores de vanguardia a día de hoy como Carlos López Otín, Carlos López Larrea o Francisco Vizoso, éstos en el campo de la investigación en biomedicina.

Y es que hablamos, insisto, de juristas de otra época, que recogieron lo mejor de nuestro Derecho e intentaron evolucionarlo, mejorarlo. Gente absolutamente ajena a la política, a la sumisión encaminada a ascender en el escalafón, a dejar para mañana lo que puedes hacer hoy... En una palabra, y por desgracia, un perfil que hoy escasea en España, si bien debo decir que entre los jueces más jóvenes se detecta que están más a pie de calle y conocen la realidad social del tiempo en el que viven, cuestión muy importante a la hora de impartir justicia.

Finalmente y como prueba de lo que digo, hablamos de un señor que todos los días se levantaba sobre las cinco de la madrugada para estudiar, analizar los pleitos... Igualmente soy conocedor de que en sus últimos años de vida, y como no podía ser de otra forma, cayó enfermo, pero asumió la enfermedad con absoluta entereza y coraje. En definitiva, que en mi criterio es todo un ejemplo de lo que debe ser un auténtico juez, pero de ésos a la vieja usanza, sin ninguna otra ambición que el conocer cada día un poco más.