Hay piedras y piedras, y hoy hasta las piedras que cito en primer lugar están protegidas. Ayer detuvieron a un joven en el Arqueológico por robar una piedra, un proyectil del siglo XIV, un bolaño para bombarda, que en este caso no es instrumento musical sino arma de fuego, una pieza de artillería que disparaba piedras. Tiene delito llevarse piedras de un arqueológico, pero también hurtárselas a la Acrópolis de Atenas o a la de Corinto, e incluso a la Antártida; ya han prohibido extraer lava del Teide y de Timanfaya, no digamos balasto de la caja del ferrocarril; no sé si regodones de la Concha de Artedo. Hubo manga anchísima con las piedras, y suerte de que algunos las salvaran de la barbarie y el olvido (el British Museum, el Tabularium de Joaquín Manzanares...); otros las birlaron para su cama y su cabecera, piedras claves y claves de piedra, y se murieron con ellas puestas.