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La mar de Oviedo

Horror vacui

Demostrada la calidad de los grafitis en las persianas, mamparas de autopistas y estribos de puentes, vamos a integrarlos en la urbe, a envolver con ellos los pilares desnudos de pórticos y soportales, a ocupar frontones, medianeras, entrepaños y el propio asfalto (los pasos de cebra ya están tomados por arcoíris). Viva los artistas callejeros, hurra por el aerosol. Imitemos el abigarramiento de las iglesias ortodoxas, no haya otro descanso para la vista que el fundido a negro, cuando cerremos los ojos. Y ocupemos con tonadas el Huerto del Diablo, suenen gaitas en el desfiladero de las Xanas y vaqueiradas en el Paseo de Valdeflora. Dame la mano pa pintar el horro, dale una mano que de pena morro, ¡eh! Que la música no cese ni en las Pelayas y suba el color a sus sayas. Si acaso preservemos el Auditorio como reserva municipal del silencio, y una pared blanca en el Bellas Artes.

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