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El recuerdo de un alumno

En memoria de la profesora universitaria Amparo Pedregal Rodríguez

Amparo Pedregal Rodríguez, profesora titular de la Universidad de Oviedo. Así es como la conocí entrando en el aula con ese paso ligero tan característico que parecía ser la expresión máxima de su carácter. Pisaba firme y segura con su propio estilo, tal y como defendía sus ideales. La Historia de la Antigua Roma que nos relataba fluía sin complicaciones, a veces acompañada de unas pequeñas fichas que le aseguraban no alargarse demasiado, como ella afirmaba, otras simplemente con su voz que a lo largo de dos horas recorría de forma erudita diferentes aspectos del mundo antiguo. Eran clases complejas en las que exigía lo mismo que ofrecía, una atención y dedicación a pleno rendimiento.

No llegaría a conocer una faceta más cercana hasta un año después, cuando en el tercer curso del Grado de Historia tuve la oportunidad de disfrutar de su asignatura optativa "Historia de las Mujeres y creación de la sociedad patriarcal" de la cual estaba muy orgullosa y no era para menos. Éramos un grupo reducido, no más de quince personas y esto permitió conocerla en un ambiente más distendido en el que se palpaba su emoción y tenacidad explicando algo que nos hizo entender que era imprescindible: el feminismo. Nos transmitió su pasión y los conocimientos adquiridos a lo largo de tantos años de esfuerzo desde la publicación de su tesis doctoral "La magia en el cristianismo primitivo" en 1990.

En los tiempos que corren, el aumento del número de alumnado en cada aula y la reducción de la plantilla de profesorado no facilitan la necesaria e imprescindible labor humana de motivación y estimulación tan importante en esos años. Yo tuve la suerte de encontrarme con la profesora Pedregal, una feminista incansable, trabajadora y enérgica, algo que transmitía en cada instante. Ella supo desde un principio guiarme -y podría hablar en boca de muchas personas- a través de una nueva concepción de la sociedad, una más justa, más igualitaria. Sin duda alguna era una guerrera y enseñaba su batalla como forma de vida, como un estado constante, exhibiéndolo en un entorno, el académico, que en muchos casos no acoge a las mujeres con los brazos abiertos.

Su despacho era su espacio. Un lugar de reflexión que conseguía convertir poco a poco en uno de motivación para los que tuvimos la oportunidad de trabajar junto a ella. Estaba plagado de libros, tal y como a ella le gustaba, hasta el punto de que se acumulaban junto con los trabajos y exámenes a corregir en alguna de las sillas. La primera vez que tenías la oportunidad de tratarla en persona, sin duda alguna, era de esas personas que te cohibían, que sin quererlo imponen. Más aún si la veías sentada en su despacho al otro lado de la mesa enfrascada en alguna lectura acompañada de un cigarro. Poco a poco, con el trato, esa sensación se transformaba en cercanía y confianza junto con una calidez que nunca olvidaba el trabajo firme y riguroso. Era exigente, así es recordada por gran parte del alumnado; ésa era, precisamente, una de sus mejores cualidades. Su trabajo era constante, muchas veces excesivo debido a la sobrecarga que afronta gran parte del profesorado. Vivía en la certeza de que el trabajo de cada persona en favor de la igualdad era determinante y por ello llegaba a ceder gran parte de su tiempo libre por la causa. Pocas personas pueden destacar por esa entrega que a pesar de todo, no la hacía perder ni un ápice de energía, de esa vitalidad que le era tan característica y que iba acompañada de su gran sentido del humor.

Inteligente. No de esas personas que memorizan datos de forma acumulativa sino más bien de las que absorben de forma erudita mil citas, mil autores y autoras, todo ello de forma reflexiva, crítica y analítica. Te enseñaba a pensar, reflexionaba en voz alta junto a ti enseñándote el camino a seguir no sin olvidar escucharte atentamente. Así es como poco a poco se convirtió en Amparo, esa mujer fuerte, luchadora, trabajadora que con su paso firme y perfume característico recorría los pasillos del campus del Milán con la rapidez que caracterizaba su taconeo.

Pero si hay algo que destacaría, personalmente, de mi relación con Amparo es su capacidad intuitiva, esas cosas que solo con el paso del tiempo te das cuenta de lo valiosas que fueron. Supo llevarme como profesora, en un viaje conjunto, al autodescubrimiento; a aprender a explorar qué era lo que yo quería hacer y a lo que me quería dedicar. Supo revitalizar mis intereses e incluso trastocarlos por completo. Hoy en día, en mi segundo año de estudios de doctorado soy capaz de comprender cómo sus consejos fueron fundamentales para que poco a poco fuera adquiriendo los conocimientos básicos y fundamentales que me han convertido en feminista. Ella me mostró lo que era el análisis y la crítica feminista, pero algo mucho más importante, me enseñó a disfrutarlo, a vivirlo como una experiencia continua. Me dio las herramientas para evolucionar por mí mismo, algo que valoro por encima de cualquier cosa. Eso es ser una excelente profesora.

Solo puedo decir que, a modo de consuelo, a pesar de la desgracia que ha supuesto perderla el triste y reciente 25 de octubre de 2015, ninguna de estas palabras de agradecimiento fueron desconocidas para ella. Aun así, hay cosas que es necesario repetir, quizás, toda la vida, porque supondrán una manera de mantener su recuerdo vivo. Somos muchas personas las que te recordaremos con cariño, las que valoraremos tu trabajo y las que lo utilizaremos como punto de partida para el nuestro. Tu labor, probablemente no del todo reconocida, no necesita de placas o actos sin argumento, la mejor manera de honrarte, y la que tú, indudablemente hubieras querido es que dediquemos nuestros esfuerzos y energía en mejorar. Como tú misma me dijiste hace ya algunos años: "Confiar en ti mismo; eso es muy importante, te ayudará a crecer académicamente y recordar cuál es la fórmula: trabajo constante y riguroso, que siempre se abre paso, sobre todo, bajo unas formas prudentes y humildes, que incluso los más grandes mantienen".

Gracias, Amparo, por tu dedicación, tu esfuerzo, tu trabajo incansable, tu feminismo, tu motivación y apoyo. Este es mi pequeño reconocimiento hacia tu figura, porque te lo debo y porque debe reconocerse a esas personas que son excepcionales.

Gracias.

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