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Por los caminos de Asturias

La ciudad del arco iris

El desfile del Orgullo Gay y la reclamación de derechos que no piden para sí otros grupos sociales

Los recientes ayuntamientos tripartitos y "cuatripartitos" (todo cabe en la gran ceremonia de la confusión), están dado muestras de una laboriosidad sin fisuras al tiempo que de una originalidad digna de mejor causa. Da gustos verlos trabajar, y con qué novedad lo hacen. Proponían el cambio, y en las grandes ciudades afectadas por este nuevo fenómeno, el cambio adopta los aspectos más inesperados.

Este es el cambio anunciado, esperado por todos los españoles. Ya tenemos cambio... en el callejero. En Madrid vuelve a reinar la suciedad, pero le quitaron la calle a Vázquez de Mella para ponerle su nombre a Zerolo. Tal vez sea difícil explicar quién es Zerolo a quienes no sean madrileños de estos últimos diez años, pero da lo mismo. Bástenos saber que es un progresista adalid de la tolerancia y defensor del progreso y del cambio: con eso tenemos de sobra. Ese currículum es suficiente para desbancar a un viejo parlamentario y jurista, además carlista y, por tanto, carca. En Oviedo, no van a ser menos y ya han elaborado un amplio y razonado catálogo de cómo han de llamarse las calles del centro de la ciudad, que ostentarán los nombres de personalidades homosexuales y progresistas, sin que falte la consabida participación femenina. Así, todos contentos y por esta vía se llegará al "cambio" que no debe ser exactamente lo mismo que el "progreso", ya que los dirigentes las diferencian: es decir, Pedro Sánchez invoca el "progreso" y los de Podemos y otros similares, el "cambio".

Algo habrá en las palabras, hasta entonces no advertido por los lexicógrafos, que matiza de tal modo ambas palabras que las hace diferentes. Aunque en realidad, el objetivo de este "frentepopulismo" de nuevo cuño tiene, según se ve, por objeto poner las ciudades mangas por hombro, para que los ciudadanos sean más felices, más progresistas y más tolerantes.

Uno, que leyó el "Tratado sobre la tolerancia" de Voltaire, sacó la conclusión, sin duda errónea, debido a mi no menos errónea concepción de la Historia, entendió que la tolerancia era un concepto mucho más amplio que el que ahora se baraja y que tiene un objetivo casi exclusivamente sexual y aún ampliándolo mucho, de "clase". Según Voltaire, "me parece que de todos los antiguos pueblos civilizados, ninguno ha puesto trabas a la libertad de pensar". Sin embargo, la tolerancia a la que se refieren estos nuevos personajes más bien parece que se ocupa de la libertad de actuar antes que a la de pensar. Consiste en que los que se disfrazaban en Carnaval lo hagan durante todo el año sin ningún límite. En Carnaval, una señor con bigote se disfrazaba de mujer; en el nuevo orden, una señora que luce sus atractivos como le parece, considera que eso es un derecho establecido por el gran código de la naturaleza, de cuando los varones de algunos pueblos clásicos vestían faldas. Por este motivo, ¿las mujeres eran más parecidas a ellos? Probablemente no, pues la diferencia entre hombre y mujer no solo es asunto de vestimenta. Las mujeres nunca serán como los hombres ni los hombres como las mujeres, por mucho que lo pretenda la nueva ley de la nueva tolerancia.

¿Que hay hombres que se visten y se comportan como mujeres y mujeres que hacen lo propio como si fueran hombres, de acuerdo. Nadie está contento con su condición, por mucho que lo pretende y le respalden las leyes, creadas a propósito. No hay igualdad entre hombre y mujer, porque sus funciones fisiológicas son diferentes en uno y otro caso, ni por cambiar de indumento se va a ser más lo que se desea: aunque la mona se vista de seda, decía el antiguo refrán, mona será y en mona se queda.

Otra cuestión es que la "tolerancia" como la entienden diferentes grupos, ahora sea exclusiva para ellos mismos, ya que solo tienen en cuentan la estruendosa exhibición de una tendencia sexual y no tiene en cuenta al resto de la población, por muchos homosexuales, lesbianas, bisexuales y demás especies con las que el creador adornó la gran variedad del mundo.

El Ayuntamiento de Oviedo parece ser de esta tendencia, para mejorar a los de Madrid y Barcelona, ya que no solo se propone alterar el callejero, sino la pintura de las calles, pasos de peatones, cubrir los árboles de vistosos coloridos como si se tratara de un Ibarrola gay en pleno frenesí, y otras formidables innovaciones que reafirman el "orgullo" de unos grupos sexuales (que no sociales), decididos a mantener sus derechos, que si es verdad que hace unos años eran una clase marginada y era aconsejable que se movieran en el ámbito de la privacidad, en la actualidad no veo que se les escatimen derechos, ni nadie los ponga en duda, unos porque creen que se trata de la ley de los tiempos, otros por temor a si dicen algo temen que los califiquen de carcas y los más, porque en boca cerrada no entran moscas, y más vale tolerar y no mezclarse.

El proyecto de pintar los pasos de peatones con los colores del arco iris de los que se apropió la bandera de ese colectivo, antaño casi clandestino y en la actualidad poderosísimo, es de una magnitud extraordinaria. Hasta ahora, uno entendía que los pasos de peatones eran una señal de tráfico que permitía el paso de los peatones cuando la luz del semáforo pasaba de rojo a verde, y, asimismo, detenía a los coches cuando se ponía rojo para ellos y verde para el peatón. Como decía un guardia municipal de Infiesto a una mujer medrosa, que dudaba en pasar por las líneas blancas que cruzaban un trozo de la calle: "Si vas por ahí, lo haces tan segura como si estuvieras en la cocina de tu casa".

Ninguna ordenación de tráfico, en ningún lugar del planeta Tierra, se ocupó de determinar si los pasos habían sido pensados para que atravesaran la calle señores con sombrero, señoras con cochecito con niño, curas, militares o músicos con el trombón bajo el brazo. Eran para pasar y punto. Ahora, los pasos, pintados de color del arco iris, son una manifestación del "orgullo gay". El día menos pensado, el poderoso movimiento gay coloca un par de fielatos y cobra impuestos por utilizar algo que parece haber sido ideado por el movimiento gay para su uso exclusivo. Se trata de una tolerancia un tanto excluyente, ya que, al tiempo que los gay pretenden derechos que no reclaman otros ciudadanos, poseen su bandera pintada sobre el suelo de la calle. Es como si un ciudadano de Siam reclama toda la calle como suya, debido a que está pintada con su bandera. No deja de ser un desatino. Es como si se tratara del símbolo de que toda la calle es de los gays y de que puedan desfilar cuando les apetezca. Por otra parte, el símbolo no parece que esté muy bien escogido, ya que está muy íntimamente relacionado con la lluvia y demás alteraciones atmosféricas.

Imaginemos qué sucedería si en un desfile atraído por la llamada del arco iris que ocupe las calles y los árboles de Oviedo, se pone a llover. ¿En qué estado quedarían las gentes de ese "orgullo", llenas de pinturas, cremas, coloretes, gomina y demás aditamentos para que vayan bien guapos y bien lucidos? Quedarían hechos una pasta, muy poco saludable para el movimiento, ya que algo en lo que no consiste el "orgullo" es en hacer el ridículo, aunque sea por causas meteorológicas.

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