Vivimos un mundo en el que no abundan personas que, por la ejemplaridad de su vida personal y profesional, puedan ser identificados como modelos de referencia para la sociedad.
El lunes nos dejó Álvaro Fernández-Vega Diego, un entrañable compañero y amigo, que ha sido, sin duda, referencia indudable por su honestidad, su gran capacidad de trabajo, su espíritu de sacrificio y la completa disponibilidad que siempre mostró, en primer lugar para su familia y, yo diría que a la par, para sus pacientes y sus compañeros, con quienes siempre mantuvo una conducta ejemplar.
De cuánta dedicación, cuánto sacrificio y cuántas ilusiones llenaron su actividad profesional los hermanos Luis y Álvaro Fernández-Vega para sentar las bases en las que hoy se levanta su espléndido Instituto Oftalmológico, seguramente jamás llegaremos a saberlo. Pero sí puedo asegurar que en sus cimientos hay mucha honestidad profesional, mucha laboriosidad, mucha competencia y mucho respeto por el trabajo bien hecho, cada día.
Nos ha dejado Álvaro Fernández-Vega, que fue un hombre profesionalmente ejemplar, de trato amable y con un espíritu colegial sin tacha. A lo mejor su mayor éxito es haber sabido formar, junto a la esencial y extraordinaria Conchi, una familia muy unida a la que estoy vinculado por una amistad entrañable y a los que envío un fuerte abrazo, con profundo sentimiento de pesar.
