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Crítica

Andreas sin límites

Un gran viaje musical a partir del Barroco

Andreas Prittwitz, músico polifacético donde los haya, lleva varias décadas afincado entre nosotros y con abundantes escapadas asturianas desde "El vivo retrato" (1986) del avilesino Mario Menéndez con guión compartido junto a Francisco G. Orejas y Fran Vaquero , al lado de Victoria Vera, Jack Taylor y Javier Loyola, pasando de actor casual y virtuoso con la flauta de pico, a ser un habitual con saxos y clarinetes protagonista al lado de todos los cantantes famosos y estilos imaginables. Esta vez no era el Madrid de Clamores o el Café Central sino el Arqueológico ovetense y veraniego donde se presentaba con "LookingBack Sexteto", su banda con cinco músicos de altura sin etiquetas: Laura Salinas (viola de gamba), Ramiro Morales (guitarra barroca y archilaúd), Antonio Toledo (guitarra española y buzuki), Roberto Terrón (contrabajo) e Iván Mellén (percusión) que miran atrás a la llamada música seria sin complejos, emoción y riesgo a partes iguales, para disfrutar todos, público e intérpretes, de compositores como Gaspar Sanz o Bach, Frescobaldi o Monteverdi, aportando el largo bagaje de unos instrumentistas que sienten el Renacimiento o el Barroco como orígenes nunca perdidos y de donde siguen bebiendo todos los estilos, los ya inventados y los aún intransitables.

El alemán de apellido casi impronunciable, con su grupo más que inventar adapta y adopta para todos lenguajes igualmente cercanos, pues la improvisación siempre ha formado parte de ellos, jazz cual barroco actualizado, saxos que entonces no existían al lado de la flauta de pico o la viola de gamba marcándose unos solos con mucho "swing" junto a un buzuki punteando cual flamenco, siempre con los ricos detalles de una percusión poliédrica o el sustento de un contrabajo pasando del "pizzicato" al arco con naturalidad asombrosa, músicos mayúsculos para partituras atemporales.

Si la entrada por el claustro de Andreas con el saxo alto, cual músico errante, sorprendía con el Tourdion del francés Pierre Attaignant (1494-1551), más lo harían sus compañeros de viaje, Tres morillas enamoran cambiando Jaén por Oviedo, combinando texturas de saxo, buzuki o guitarra con aroma sefardí en la percusión capaz de terminar en el New Orleans del "dixieland", caminos y tiempos que sólo la música puede surcar a esta velocidad, la flauta en Sanz donde la Españoleta y la Xácara surcan siglos de historia sonando actuales, la guitarra barroca de una Chacona de Corbetta (1615-1681) como inicio y final transitando con sutiles matices junto a sus compañeros de viaje musical, Ch. Simpson (1606-1669) homónimo de Burt para disfrutar del sexteto, o el primer hit de Monteverdi (1567-1643) y su Si dolce è il tormento donde la viola de gamba puso la voz sin palabras antes de arroparla una banda jugando con el ritmo. Evidentemente Bach es capaz de sonar siempre a sí mismo, y el "mix" de la Suite nº 1 para violonchelo la mejor demostración de un camino conocido para mirar no atrás sino siempre adelante, al igual que las dos propinas donde el Siciliano puso al alemán el saxo tenor como impensable para su compatriota "el pelucas". Más que barroco, un gran tour ilimitado, como la música, gracias a Andreas y su equipo.

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