La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Traumatólogo

Una gestión decisiva con Juan Manuel Junceda

Episodios clave en la puesta en marcha del Centro Médico de Asturias

Una referencia que ha hecho mi colega Ángel García Prieto en una columna periodística con motivo de la muerte de Juan Manuel Junceda Avello, sobre la visita que Junceda y yo hicimos al Ministerio de la Vivienda en Madrid para desbloquear el permiso para construir el actual Centro Médico de Asturias, me ha animado a escribir estas líneas, abundando más sobre dicha reunión.

Constituida Medicina Asturiana S. L., los miembros médicos y José María Richard Grandío nos reuníamos un día a la semana en un despacho de la calle Gascona, perteneciente a Raúl Lombas, amigo íntimo de José María Richard. Esto ocurría en los primeros años setenta del siglo pasado. Casi siempre presidía las reuniones don Pedro Quirós Isla, referente en psiquiatría nacional e internacional a quien todos admirábamos y queríamos, sobre todo Juan Manuel Junceda, que estaba siempre a su lado. Un buen día, un periodista de LA NUEVA ESPAÑA acudió a nuestra reunión y nos contó, angustiado, que venía del Hospital General, a donde había acudido con su hija pequeña a urgencias por una enfermedad aguda con fiebre alta y mal estado general, y que había estado esperando ocho o nueve horas para que la viera el pediatra. Quedamos consternados y al instante, de repente y sin que nadie lo esperase, Juan Manuel Junceda habló alto: "¿Por qué no hacemos nosotros un hospital privado, con unas características (que luego iría describiendo) distintas a la de los hospitales públicos?". Todos aceptamos la idea. Ese fue el comienzo del Centro Médico de Asturias. De ahí partió el entusiasmo que hizo posible una obra tan importante.

Después de lograr los terrenos, no sin esfuerzo -Juan Manuel, José María Richard y Carlos Lueje fueron los principales responsables de llevar a cabo esa compra-, cuando pedimos el permiso de edificación a la Delegación Provincial de la Vivienda, se nos deniega la autorización aludiendo unos problemas que nosotros no creíamos. Parecía que no podríamos construirlo allí, donde está ahora. Entonces se iniciaron unas larguísimas negociaciones con el Ministerio de la Vivienda, con múltiples viajes de José María Richard y Carlos Lueje a Madrid, sin lograr desatascar la situación. Llegó un momento en el que, dando por perdido el intento de lograr el anhelado permiso, los compañeros de Medicina Asturiana decidieron que fuéramos Juan Manuel y yo a entrevistarnos con los subsecretarios, en un último intento de lograrlo.

Salimos en tren, un coche-cama, a las nueve de la noche, y llegamos a Madrid a las ocho de la mañana. Nos dirigimos al Ministerio de la Vivienda pero, al ser muy temprano para la reunión con los subsecretarios, oímos misa en una iglesia cercana, pidiendo intensamente que se lograra el milagro del permiso para iniciar las obras. Después de la misa marchamos al Ministerio, donde nos esperaban con cita previa los subsecretarios. Fue una reunión muy afectuosa. Juan Manuel llevaba la dirección de la reunión, explicando los motivos de nuestro deseo de construir un hospital privado en los citados terrenos. Yo, a un lado, hacía las veces de acompañante. Total, que al final, aceptaron nuestro proyecto -que habían rechazado tantas veces a José María Richard y a Carlos Lueje-, y nos concedieron el permiso. Volvimos a Oviedo y nos esperaban nuestros compañeros. La alegría fue muy grande para todos. Lo que ocurrió después ya se sabe y, en todo caso, sería motivo de más artículos. También quiero destacar el apoyo económico de Banca Masaveu, y la confianza que depositaron en nosotros.

Para terminar, y reafirmando la amistad que nos unía a Juan Manuel y a mí, quiero recordar uno de mis más gratos recuerdos con él. Tuve el honor de que me confiara el tratamiento de una fractura de antebrazo de un hijo suyo, Juan Manuel, de doce o trece años, en vez de acudir al Hospital General o a la Residencia. No sospechábamos ni él ni yo que este hijo, pasados los años, contraería matrimonio con mi hija Mónica, creando una magnífica familia con cuatro hijos, que nos han hecho tan felices a mi mujer y a mí. Al final unimos nuestra amistad con nuestra propia sangre, con una descendencia que va siendo numerosa.

Desde estas líneas quiero enviarle a Juan Manuel, que estará gozando de Dios, un fuerte abrazo que durará siempre, hasta que nos veamos de nuevo sin mucho tardar. Por supuesto, estos y otros muchos recuerdos van unidos a mi cariño para Maribel, su esposa, y para todos sus hijos y nietos.

Compartir el artículo

stats