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Concejal del PP en el Ayuntamiento de Oviedo

Revanchas y venganzas que restan

Contra los modos elegidos por el gobierno municipal para cambiar los nombres de las calles

Escribía el concejal socialista Ricardo Fernández, en un artículo publicado en estas mismas páginas, que "el olvido no nos hace mejores", algo que pongo claramente en duda porque quien no es capaz de olvidar, aún más en algunas cuestiones, mantiene un afán de revancha y de venganza que, eso sí es seguro, nunca lo hará mejor. Nada de eso nos hará mejores, ni personalmente, ni como pueblo, ni como sociedad.

Y creo que, con este nuevo arrebato radical para cambiar los nombres de muchas calles, estamos asistiendo a una inútil y pueril campaña de propaganda desde el sentir guerracivilista, de resucitar la confrontación entre las dos Españas, que anida en todas las decisiones que adopta el gobierno del desgobierno que sufrimos en Oviedo. La cuestión no es ya si hay que cambiar o no el nombre de algunas calles, sino cómo se plantea hacerlo el tripartito, que no es de otra forma que imponiendo una postura sectaria, con clara voluntad de confrontación, lo que vulnera claramente el espíritu de la Ley de Memoria Histórica y su voluntad de cerrar las heridas todavía abiertas y de honrar las enseñanzas de la Transición.

El mismo Gobierno que homenajea a los golpistas y asesinos de 1934 (incluso inventando y financiando un paseo urbano manipulado en el que no hay paradas donde fueron acribillados curas y monjas o en la Catedral, herida por las hordas bárbaras que se sublevaron contra el régimen legítimo) pretende ahora convertirse en el adalid de la justicia tardorrevolucionaria impulsando un ajuste de cuentas con el pasado que tiene muy poco de justo y mucho de venganza para ganar las batallas de sus bisabuelos y abuelos. Y lo hace, cómo no, haciendo gala del verdadero espíritu de este tripartito, que es el de generar crispación, confrontación, en la sociedad ovetense: crea una comisión de parte integrada sólo por partidos y entidades de la izquierda y la extrema izquierda, pretende quitar los nombres de unos para poner los nombres de militares del otro bando, no busca en ningún momento ni un sólo punto de acuerdo con la oposición que política y socialmente representa a la mayor parte de los habitantes de este municipio y lo anuncia todo con ese estilo resentido y abrupto que caracteriza a este Gobierno del desgobierno que parece hacerlo todo como si estuviera dando una patada permanente en la puerta.

La cuestión no es cambiar el nombre de algunas calles para cumplir la Ley; la cuestión es que este tripartito tienen que empezar a hacer las cosas con seriedad, no como si estuviera dando un golpe de Estado, con declaraciones ofensivas en el tono y en el fondo, con un sectarismo insultante, con una soberbia intolerable y con un latir "guerracivilista" que no podemos consentir en pleno siglo XXI después de haber superado el peso de nuestra historia con una modélica Transición.

Estos representantes del desgobierno han creado un problema en vez de orquestar una solución, algo, por desgracia, ya habitual en su ineficaz gestión. Y todavía nos quedan tres años en los que asistiremos a muchas más demostraciones de sectarismo, de crispación y de decisiones que van contra el espíritu de concordia y convivencia que, hasta la llegada de estos esclavos del resentimiento, imperaba en Oviedo. La verdad es que ya se siente que el Gobierno que tome posesión en junio de 2019 va a ser el de la liberación para esta ciudad y va a tener que dedicarse prioritariamente a deshacer todos los entuertos que el tripartito generó, revisando y cambiando, una a una, todas sus decisiones.

Puede que tengamos que cambiar el nombre a algunas calles, pero debemos hacerlo buscando acuerdos y sosiego; escuchando a los vecinos y a toda la sociedad, no sólo a los ideológicamente cercanos; planteando alternativas que no generen polémicas y sí consensos; y, sobre todo, dejando de mirar al pasado con ira, porque con la venganza y el afán de revancha lo único que se hace es condenarnos a todos a repetir la historia en vez de dedicarnos, como nos exigen los ovetenses, a construir un futuro mejor.

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