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La ciudad y los días

Consideraciones provisionales sobre el ateísmo consistorial

Las dificultades de que un alcalde pueda a la vez ser y no ser creyente

Henos aquí ante la venturosa posibilidad de que nuestro Oviedo de siempre, antaño cristiano y, si se me permite, tan piadoso a la sombra de la Catedral -incluso entonces más bien carca, para qué nos vamos a engañar- esté propuesto, si el comentarista ha entendido bien, para formar parte de una especie de liga de ciudades ateas del mundo mundial. Y por añadidura, que el tripartito consistorial que nos preside vea con simpatía tan atractiva oportunidad. ¿No es fantástico?

Es verdad que la cabeza del tripartito municipal da la impresión de padecer una relativa empanada mental en relación con la religión católica porque, en el sagrado nombre de la neutralidad confesional y de la sana "laicidad" (palabra que no deja de ser un barbarismo), asegura, al parecer, que él podría ser católico practicante como particular, pero nunca como regidor.

Lo que está claro es que la Corporación de la capital asturiana se ha propuesto a todo trance modernizar la Administración local incluso en lo puramente ideológico, siguiendo las renovadoras pautas que ya apuntara discretamente el siglo pasado, y en otro orden de cosas, durante el mandato del entonces alcalde Antonio Masip.

Lo digo porque, en una línea buenista, se había conseguido entonces poco menos que erradicar la afición taurina, el boxeo y la lucha libre, lo que tendría su ampliación más tarde con la misericordiosa prohibición de las actuaciones de animalitos en los circos e imponer ciertas limitaciones en los espacios dedicados al consumo público de tabaco.

No será difícil, entiende el comentarista, que andando el tiempo, los afanes municipales, acaso menguados de otras inquietudes de mayor calado pero también más respetuosos con la naturaleza, se decidan a promover un saludable vegetarianismo que, de paso, evitaría el sacrificio de animales para el consumo humano.

De vuelta a lo que nos ocupa, es de hacer notar que la clara preocupación municipal por desligarse de toda connotación que pudiera dar idea de cierta benevolencia con el clero cristiano y sus leales -hoy en caída libre como se sabe-, requeriría, a mi modo de ver, una resolución mucho más definida.

Lo digo por los vaivenes un tanto vergonzantes de esta política depurativa de ateísmo experimental que, como los hechos demuestran, es aplicada con intermitencias en las distancias cortas. En realidad, creo yo, el ateísmo militante es una confesión de parte y supone también una creencia: unos creemos que hay Dios y otros creen que no lo hay. Y Dios no parece ser de competencia municipal. Que es lo que se trataba de demostrar.

En definitiva, y según sus declaraciones, el señor López podría ir a misa como persona, pero como alcalde no... Propósito aún en fase de proyecto que, de llevarse a cabo, puede crear en el regidor un grave problema de identidad, a caballo entre el transformismo y la bilocación.

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