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Crítica / Teatro

Un político en apuros

El televisivo Carlos Sobera en el papel de ministro de Economía inauguró la temporada teatral de San Mateo con una comedia disparatada de Antonio Prieto. Se trata del teatro frívolo de toda la vida, el habitual en las programaciones festivas, en las que el público sólo quiere pasar un buen rato, sin pedirle nada más al arte. Ni nada menos. En este caso, incentivado por la presencia de rostros muy conocidos como el propio Sobera, Marta Torné y los secundarios. De hecho, el caza-autógrafos Ander Azcárate por allí andaba a la salida.

La escenografía, muy bonita, presenta una vivienda decorada con un estilo juvenil en colores parchís caramelo, presidida por dos enormes ventanales que tendrán una función crucial en el desarrollo de la trama.

El texto de Antonio Prieto, que recibió en 2013 el Premio Agustín González, es muy endeble y hace aguas por la ausencia de chistes buenos y lo inverosímil del planteamiento, incluso dentro de las convenciones del género. Un ministro de Economía se ve atrapado en el piso de la profesora de francés de sus hijos, en un intento de echar una cana al aire, cuando un atraco a una sucursal de un Banco le impide la salida y los propios atracadores irrumpen en la vivienda complicando la situación. Las incongruencias de la línea argumental van desde un ministro ambicioso que ni sabe a qué hora tiene una rueda de prensa decisiva, hasta unos ladrones pardillos y atolondrados, concienciados antisistema que al mismo tiempo odian la política. Se desactiva así cualquier aspiración crítica, pues lo que puede haber de farsa, parodia o ironía, no alcanza a arañar la realidad, quedando la efectividad al albur del buen hacer de los intérpretes.

La dirección, que corre a cargo del propio autor, bajo el pseudónimo de Silvestre G, tiene el acierto de marcar un ritmo frenético que se agradece, propio de la televisión, aunque no de las series en las que colabora como guionista ("Amar en tiempos revueltos" y "Esencia de poder"). La acción sucede en tiempo real y un reloj omnipresente en la estancia así lo atestigua. En cuanto a la interpretación, salpicada por la sobreactuación, Carlos Sobera hace gala de una gran vis cómica y empatía con el público, recreándose y estirando en exceso cada gag, quizá debido a la efusiva respuesta de los espectadores, como en el caso de un escatológico apretón. Marta Torné compone una ingenua profesora que raya en "tontita" con aspiraciones, pero le imprime una ternura y frescura que salvan un papel que no da más de sí. Los ladrones, que curiosamente son activistas del 15M, no sabemos si como desprestigio del movimiento o por batiburrillo inconsciente, son los también televisivos Javier Antón ("Con el culo al aire") y Guillermo Ortega ("La que se avecina"), quizá demasiado acelerados y gritones por momentos, pero que encarnan con eficacia a la pareja de listillo e incauto en la que los roles se intercambian en el desenlace.

En suma, una pieza realizada con solvencia, que triunfa en su búsqueda de la carcajada, aunque no consiga ir más allá de las aspiraciones de un público que lo único que pide es reír y aplaudir a sus ídolos mediáticos.

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