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Invasión mongolita

El año pasado abrieron la programación de San Mateo y este año la cerraron con un espectáculo de características similares. Confieso que me cuesta definir y etiquetar este humor que no es dramático ni convencional, sino ácrata y performativo, en una línea gamberra, relacionada con el happening de protesta naif, que apunta su artillería y dispara preferentemente hacia la Familia Real, la Iglesia y los políticos. Edu Galán reivindicó a Jerónimo Granda como su maestro, pero Mongolia bebe más de Leo Bassi y la chanza visceral que sale de la tasca del hampa y que lleva en su lengua viperina la arenga y rabia del terrorista nihilista, de los que ya no hay, porque quizá sea ésta, en fase artística y postmoderna, su expresión residual. El plano estético tendría su origen en el dadaísmo y otros ismos, aunque habría que cablearlo aquí en Asturias, con Nel Amaro y Pulgu, el perro de la Internacional Situacionista, que vendría muy a cuento porque el "détourné", la manipulación fotográfica, está muy presente y consigue los mejores momentos del espectáculo en las proyecciones audiovisuales. Imágenes y animaciones que nos recuerdan al fanzine y al Enjuto Mojamuto de "Muchachada Nui".

En escena, dos mesas y dos sillas, un par de cervezas y una gran pantalla. Edu y Darío entran disfrazados de astronautas procedentes del planeta Mongolia, con el objetivo de hacer un informe de lo que está pasando en España. Un simple pretexto para articular estas varietés en las que se alternan monólogos y ráfagas de noticias de nuestra disparatada actualidad. Vemos desfilar proyectados a Feijoo en el yate, a Villa convertido en el Yeti, a los Brangelina, las Campos y Bigote Arrocet, Bertín Osborne, Rajoy, la Merkel y hasta Pablo Iglesias? Y cómo no, hay capítulo especial para los Borbones, en el que reivindican a Froilán como libertador y artífice de la III República y chistes sobre Marichalar, en los que la realidad una vez más vuelve a superar a la ficción.

Los mejores momentos son, a mi entender, las historietas orales de Darío Adanti, como la reflexión acerca del chiste de los gallegos y las puertas giratorias, que se convierte, gracias a su verborrea argentina, en una metáfora de la privatización del sector público por parte de los políticos corruptos que nos gobiernan. O "Yihadistas por el mundo", que responde con guasa a los reproches que se les han hecho de no atacar a la religión islámica. Las ofensivas críticas a la ya santa Teresa de Calcuta son superadas en gracia por los furibundos tuits que reciben por parte de los ofendidos, con todo tipo de amenazas y comparaciones surrealistas, que les llevan a acabar arrojando gominolas de plátano al público. Muy logrado el montaje con Sánchez, Iglesias y Rivera como Ángeles de Charly del ex rey Juan Carlos. O la fundación del "movimiento anticachopo" y las referencias locales al tripartito ovetense. La reverberación de los micros dificultó la comprensión por momentos. Tras una reivindicación final del humor como elemento imprescindible, hicieron campaña pro-suscripción a la revista.

Pero el broche de oro del espectáculo lo puso aquí el gran Jerónimo Granda, que caldeó el ambiente poniendo al público en pie con su juglaresca letrilla "Cago en mi manto", dedicada a Villa y con repaso a todos los expresidentes del Principado, en la que hace gala de su habitual humor sardónico, playu y desenfadado. El asturiano Edu Galán dedicó la función a Jorge Martínez, de Ilegales, autor de la canción "Revuelta juvenil en Mongolia", que inspiró el nombre de la revista y el espectáculo y que es ya la sintonía de la casa.

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