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Un callejero para toda la vida

La solución para zanjar el debate sobre el cambio de nombres de las vías de la ciudad

Ni por asomo pretendo entrar en polémica ni pretendo estar en posesión de la verdad. ¿Que qué ocurre para que -otra vez y van?- de nuevo me decida a escribir sobre un tema del que ya he hablado en varios artículos anteriores? Pues, en plan de broma, cómo pasa el tiempo. Sepan que el 17 de noviembre de este mismo año se cumple el noveno aniversario de la publicación del primer trabajo sobre el mismo asunto. Lo titulé "Callejero amable y hechicero". El siguiente, en enero de 2008, lo llamé "Callejero de Oviedo, una humilde sugerencia". Con el paso de los años las páginas de LA NUEVA ESPAÑA acogieron unos cuantos más. El último lo encabecé como "Callejero de Oviedo sin agravios", el cual vio la luz el pasado julio.

¡Oiga, qué pasa aquí! ¿Que cada vez que cambie el signo político en nuestro ayuntamiento hemos de cambiar el nombre de calles, plazas y avenidas? Mira que no hay cuestiones para preocuparse y, por supuesto, echar el resto para resolverlas: paro, salud, cultura, pensiones, acogida de refugiados, desahucios?, bien merecen dicho esfuerzo y muchos más. Aunque estas líneas no van por esos derroteros. Tampoco me agradan tópicos o lugares comunes.

No en el cosmos pero sí en política, los términos izquierda, derecha y centro, más en esta época de globalización, están pasados de moda. Lo que por coherencia ha de imponerse es el buen servicio a la ciudadanía. No tiene sentido que cuando se suben al carro vencedor en votos (no me importa el color, sea rojo, azul, morado?) dediquen su tiempo a objetivos intrascendentes que, además y por contra, a los de a pie -perdón por la expresión- nos la suda. Por ejemplo y sin ir más lejos, modificar los nombres del callejero. Por otra parte, siento insistir de nuevo porque, con todos los respetos y humildad, hemos de admitir que remediarlo tiene sencilla y duradera solución.

No hace mucho escribía en estas mismas páginas "que los símbolos hechos de trapo jamás me interesaron. Que los monumentos a los caídos -con minúscula y de cualquier guerra-, salvo que gocen de un elevado estatus artístico, nunca han llamado mi atención. Que las placas del callejero loando dictadores, militares o gobernantes no las soporto. Que las otras, ensalzando personajes a mayor gloria de Dios, tampoco. Que si a alguien molesta la memoria histórica de ideología fascista es a un servidor".

Además, fíjense ustedes, en una especie de sondeo de andar por casa, he dedicado unas horas a preguntar a personas de veinte o menos años y, qué desilusión y qué incultura. El personaje de Francisco Franco casi ni les suena. Salvo honrosas excepciones, de generales, coroneles, tenientes, sargentos y cabos furrieles, gestas, batallas, religiosos y religiones, feministas, revolucionarias?, ni por asomo han oído hablar. A una chica veinteañera le pregunté por Dolores Ibarruri "La Pasionaria" y, ¿saben la respuesta? ¡De religión ni sé ni me interesa! ¡Hay que ver! Algo relacionado con la pasión le sonaba a iglesia y, a la vez, le producía urticaria. En lo que insisto y quiero dejar claro es que si pretendemos tener un nomenclátor para siempre, que a nadie moleste, libre de avatares y tendencias políticas que obliguen a cambiarlo con el tiempo, debemos de crecer intelectualmente y ser generosos con nosotros mismos y con los demás. Olvidarnos de banderas que tan solo incitan rencores muertos en la nebulosa memoria de las ideologías.

Por si fuera poco disponemos de un idioma tan rico que, sin mucho escudriñar, nos proporcionará una serie de títulos que harán las delicias de todos y si, para completar el ciclo, rebuscamos en el pozo de las efemérides y recuperamos topónimos de antaño, mejor que mejor.

Como siempre, la diaria e inefable viñeta de Mortiner y Román -siempre crítica y acertada con la actualidad-, un día de estos nos proponía utilizar la denominación de "avenida de los Jabalíes" ¡Perfecta y admitida! Pues, como no soy nadie para proponer títulos, rebusquemos en historia natural, mineralogía, botánica, constelaciones, mitología, etnografía y denominaciones antiguas. Es la hora de aprovechar un deseo de cambio que pueda servir a perpetuidad. Los proyectos con porvenir, por imperativo, han de ser con visión de futuro, no de miseria mental.

Un sobresaliente ejemplo es el callejero de la villa de Muros, uno de los lugares más bellos de la costa coruñesa. ¡Delicioso rosario de nombres que a nadie molestan y que jamás hay que cambiar: Puerta de la Villa, plaza del Campo de la Luna, Descanso, Camino Nuevo, Fuente Vieja, Angustias, plaza del Salero, Amargura, Paciencia, Salud, Esperanza, Venus, Ancha, Florida, Hornos? ¡Siempre aprendiendo!

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