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Profesor de Historia

Un cambio contra la felonía

Sobre la necesidad de desterrar la huella del franquismo del callejero local

Que el 18 de julio de 1936 lo que se produjo en España fue una sublevación militar, bien para defenderla, bien para denostarla, no lo duda nadie. Afortunadamente los estudios históricos sobre lo que aconteció después son buenos y numerosos, y están disponibles en cualquier biblioteca pública para dar cuenta con objetividad, que no neutralidad, de ese episodio tan importante.

Que lo que siguió al 1 de abril de 1939 no fue una democracia, por más que muchos intentaran adjetivarla de tal como orgánica, es algo fuera de toda duda también. En diciembre del año 2007 se publicó en el BOE la que popularmente se conoce como "Ley de Memoria Histórica", que pretende perseguir cualquier atisbo de exaltación de la sublevación militar, la Guerra Civil o la represión propia de la dictadura franquista. Con un retraso definitivo de casi una década llega su aplicación efectiva a la "Muy Noble, Muy Leal, Benemérita y Buena Ciudad de Oviedo" (dejaremos lo de Invicta y Heroica, que fueron epítetos propios del franquismo).

No es necesario, ni tampoco lo pretendo, un índice detallado en estas líneas de aquellas calles, avenidas y plazas que deberían modificarse en sus nombres. Sitios todos ellos, que como bien señalaba el historiador francés Maurice Agulhon, pasan de ser meros indicadores geográficos a convertirse en auténticos lugares de la memoria colectiva, de manera tal que refieren acontecimientos, fechas o personajes considerados dignos de admirar. ¿Nos parecen, entonces, admirables todos ellos? Seguro que no.

La idea primordial de este pequeño escrito es aclarar, negro sobre blanco, el por qué de algunos de los más significativos.

Es difícilmente comprensible la pervivencia de calles dedicadas a personas traidoras o sanguinarias, ¿verdad?. El coronel Aranda fue el principal cabecilla militar en la "defensa" de la ciudad durante la Guerra Civil, y como tal, cómplice necesario en la dura represión que se produjo intramuros. Faltó a su juramento de lealtad y engañó a las autoridades civiles con una falsa promesa de acatamiento a la obediencia a sus superiores. Sin él, el golpe de estado difícilmente hubiera triunfado en las calles carbayonas. El teniente coronel Yagüe fue por su parte uno de los artífices de los desmanes que sus tropas africanas produjeron en los barrios de la Tenderina o Villafría a mediados de octubre del año 1934, y como tal la prensa más reaccionaria le tildó de uno de los "principales aniquiladores de las hordas revolucionarias". Su papel en la Guerra Civil es recordado especialmente no por sus dotes militares, sino por la brutalidad y los regueros de sangre que dejó a su paso.

Dos militares felones y especialmente crueles sí, pero también hubo civiles que colaboraron necesariamente a construir los cimientos de la dictadura posterior. La calle Calvo Sotelo recuerda a quien fuera ministro de Hacienda durante otra dictadura, admirada también por Francisco Franco, la primorriverista. Monárquico acérrimo, durante el período republicano fue uno de los nombres más conspicuos en los intentos de acabar con el mismo. Presente en casi todas las intentonas golpistas de extrema derecha, su asesinato cinco días del inicio de la guerra fue usado como pretexto para elevar su figura a la categoría de mártir del franquismo.

José María Fernández-Ladreda y Menéndez-Valdés fue una figura significativa también en este aspecto. Alcalde de Oviedo durante parte de la dictadura de Primo de Rivera, fue posteriormente diputado de la CEDA (el partido de Gil Robles, que admiraba tan profundamente a la Italia fascista) y se unió sin un atisbo de duda al bando franquista organizando a los voluntarios civiles en la "defensa" de la ciudad, lo que le valió cargos y prebendas durante el Régimen, entre ellos el ser ministro de Obras Públicas.

Por lo que respecta a fechas o actos propios de la exaltación de la Guerra Civil los casos más significativos son los de la plaza de la Gesta y la calle 19 de julio. En lo que atañe a la primera es obvio que su denominación responde al interés en la defensa de la "gesta" del bando sublevado, tanto en su actuación general como muy especialmente en lo que sucedió durante los meses de enfrentamiento armado en la ciudad, sitiada por las fuerzas leales al gobierno.

La calle 19 de julio honra la fecha en la que se produce el golpe de estado en Oviedo, y su ubicación geográfica no es casual, ya que se encuentra en las inmediaciones del antiguo convento de Santa Clara, que entonces funcionaba como cuartel de la Guardia de Asalto y entre cuyas paredes falleció el comandante Alfonso Ros mientras defendía con su vida la legalidad republicana.

En pleno siglo XXI España es, tras Camboya, el país del mundo con mayor número de desaparecidos y parece claro que conservar en el hodónimo de sus callejeros el recuerdo de quienes pretendieron seguir manteniéndola social y políticamente atrasada no es el mejor modo no ya de estudiar y analizar críticamente la historia, sino que simple y llanamente es una violación de todo aquello que la democracia representa.

Hoy siguen sin ser homenajeadas las figuras de Veneranda García Manzano o Matilde de la Torre, ambas diputadas por Asturias cuando apenas sí había cinco mujeres en todo el hemiciclo, o el general José Miaja, héroe de la defensa de Madrid, así como el ya mencionado comandante Alfonso Ros. Si nuestra ciudad aspira a ser ejemplo de civismo y buen hacer sería un primer paso excelente recordarlas para poder afirmar ochenta años después que Albert Camus se equivocaba cuando decía que "a veces, el coraje, no obtiene recompensa".

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