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Portavoz del PP

Los ovetenses son quienes tienen que decidir

Ante el olvido del espíritu de la Transición y la politización del callejero local por parte del tripartito

Los nombres de las calles de Oviedo deben ser un relato de nuestra memoria, presentar un recorrido histórico de nuestra ciudad, hablar de ciudadanos ejemplares y de ilusiones compartidas, pero no parece que este sea el propósito de los cambios presentados por los grupos del tripartito. Es preocupante, además, que consideren que el paso del tiempo oficializa algunas de sus ocurrencias, y siguen insistiendo en ellas a pesar de todo: seguimos viendo su empeño en eliminar calles como Calvo Sotelo o Fernández Ladreda, o modificar el del Jardín de los Reyes Caudillos, aunque haya quedado de manifiesto que los propios integrantes de la comisión no estaban de acuerdo. O cuando los vecinos de la Gesta ya han dicho que están en contra de la eliminación de este nombre, poco asociado ya a conflictos bélicos y muy vinculado, en cambio, al día a día, a la historia reciente, de los ovetenses.

Estos días muchos ovetenses me transmitían su asombro ante el nuevo capítulo de desencuentros y ante las denominaciones planteadas. Al igual que muchos nos estaban de acuerdo con algunos de los nombres que se pretenden eliminar, muchos planteaban otras propuestas alternativas. Algunas más cercanas a Oviedo, más vinculadas a los ciudadanos, otras más próximas al siglo XXI y con más posibilidades de arraigar en la historia de nuestra ciudad.

El callejero vuelve a ser instrumentalizado por el tripartito para ocupar el debate público y político con cualquier cosa antes que con las necesidades y los problemas de los ovetenses. No sé si me alivia o si, por el contrario, debería inquietarme más que esta querencia por las modificaciones en el callejero como juego político no sea una idea original y exclusiva para Oviedo, sino una constante en los llamados ayuntamientos del cambio. Una muestra más de que les importa más su hoja de ruta adoctrinadora que las necesidades y preocupaciones de las personas de cada ciudad.

En Oviedo, vemos de nuevo unas propuestas no consensuadas entre los tres grupos de gobierno, no consultadas con la comisión de expertos y no pensadas para unir a los ovetenses en torno a algo tan significativo como es el callejero de la ciudad. Callejero que, además de representar su historia viva y su devenir a lo largo de los años, está también en el día a día de cada ciudadano, que tiene en su calle, como en su barrio, una historia personal (por no hablar, que también hay que recordarlo, de las implicaciones económicas y administrativas que le suponen cada cambio).

En su exposición de motivos, la Ley de la Memoria Histórica propone profundizar en el espíritu del reencuentro y de la concordia de la Transición. Resulta llamativo que sea justo este espíritu el más olvidado en la mayoría de las 37 propuestas que han hecho hasta ahora para las 26 calles cuya denominación quieren modificar. En este sentido, me gustaría recordar como uno de los mejores homenajes a nuestra memoria histórica, a nuestra democracia, y también a la figura de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, y atendiendo al objeto de esta ley, es esa imagen de 1977 en la que entraba en el Congreso junto a Rafael Alberti, un Congreso de los Diputados en el que también estaba Manuel Fraga. Y se sentaron todos para hacer política, para hacer futuro y para hacer democracia.

Estoy convencido de que los ovetenses quieren seguir construyendo juntos, en buena convivencia, su ciudad, su historia y su futuro. Hay que escuchar a los ovetenses, hay que darles voz y voto desde la pluralidad, el respeto y el deseo de que también las denominaciones de nuestras calles sean un orgullo para todos.

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