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Al norte del paralelo 43

Lo de Jerónimo Granda no lo entiendo

Irónica semblanza sobre la figura del músico elegido "Asturiano del mes" de LA NUEVA ESPAÑA

LA NUEVA ESPAÑA siempre me pareció un buen periódico, hasta que perdió unos cuantos puntos al aceptarme como colaborador ocasional. Y no estoy emulando a Groucho Marx, lo mío va en serio. Pero ahora, con lo de nombrar a Jerónimo Granda "Asturiano del mes", para mí este diario se ha hundido. Aunque tenga un ramillete de periodistas dignos de "Le Monde" y una mujer de caer de espalda de directora. Intentaré razonarlo.

Suponiendo que Jerónimo Granda mereciese ese reconocimiento -reitero, suponiéndolo- a los hombres insignes se les valora una vez fallecidos; es la tradición. Y las tradiciones deben de ser respetadas si se quiere salvaguardar el alma de un país. En caso contrario se pierde la identidad. Si Inglaterra cambiase su té de las cinco por Caopinin se resquebrajaría más aún que con el Brexit. En esto solo hay dos caminos: o no se reconoce nada, aunque se trate del pensador o científico más insigne -con la excepción de los delanteros centro- o se les considera una vez muertos. Y Jerónimo está vivo, que yo sepa, y no juega en la Roja.

Estoy de acuerdo en que este hombre tiene algunos valores, que tiene mano para la música, y el canto; que compone, que lee a Kant y a Montaigne, que escribe, que encanta a la gente, que sus apariciones en televisión (en Asturias y fuera) siempre son redondas -en el pueblo más remoto, personas que saben que lo trato algo siempre me preguntan: "¿pero cuándo vuelve Jerónimo con lo de la 'radio piquiñina'"? Es verdad que como persona es arrogante -en el sentido asturiano del término, es decir, espléndido-, abierto, sin ínfulas, que nació con una inteligencia brillante, que derrocha asturianidad, que es el rey del humor y la ironía, que es independiente, culto, y en las distancias cortas muy educado y encantador. Y que ha llevado a Asturias a todos los lugares donde ha ido. Recuerdo una actuación suya en el Centro Asturiano de la Habana -en Cuba, no en el Naranco- con los asistentes llorando como magdalenas, arrasados por la añoranza de la tierra más guapa del mundo. Todo por su culpa.

Pero también está el contrapeso: ¿Qué me dicen de su forma de dar estacazos como en un guiñol al alcalde -el que sea-, al rey, a Gabino, al mundo financiero, a los sindicatos, a los obispos, a los partidos, al Papa, a todo lo que se mueve? Y curiosamente los poderosos, en lugar de acabar con él -si fuese vasco ya le habrían mandado al GAL media docena de veces- le ríen las gracias, lo aplauden, lo adoran. Hasta han querido darle una calle, que lo sé de buena tinta, pero él se negó respondiendo que no le hacía falta ninguna calle, que lo que necesitaba era que volviese a abrir La Perla.

En las pasadas fiestas de San Mateo ocupó un lugar de honor, y a pesar de andar por edad a un paso de la tumba, en vez de dedicar el día a controlar obras municipales, como es la obligación de todo jubilado, vive en la cresta de la ola. Y encima le llega lo del reconocimiento de LA NUEVA ESPAÑA?

Pero vamos a ver, ¿A dónde va esti puntu si ye de Viella? Ni que hubiera nacido en París?

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