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Santa Teresa, una figura cumbre

Acerca de la religiosa de Ávila

La lectura de las obras de Santa Teresa Jesús nos hace conocer a fondo a una de las mujeres más grandes de la Humanidad, gloria de la Iglesia y de España. Dijo Juan Pablo II, en su visita a España en 1982, que la santa para la Iglesia y para el acervo cultural de la Humanidad representa una figura cumbre. Ella unió la santidad de las cimas más altas de la mística. La calidad de sus obras literarias, la finura de su espíritu, su singular testimonio espiritual, y hasta su simpatía de mujer de poderosa inteligencia, sensibilidad exquisita y realismo, son un ejemplo luminoso que llena de consuelo y que estimula con un mensaje jugoso y válido para nuestra época. La trayectoria biográfica de Santa Teresa se inserta en unos momentos más brillantes de la historia eclesial y civil de España, que constituye su Siglo de Oro, deseando participar activamente en la formidable empresa evangelizadora de la América recién descubierta. Teresa de Jesús acomete el camino de la interioridad, llevada por un designio providencial con su labor reformadora y fundadora de monasterios, poniendo en primer plano los horizontes del espíritu.

La santa de Ávila, doctora de la Iglesia, mística por excelencia, mujer de acción enérgica, es un ejemplo humano y divino que solamente la religión ha podido revelar al mundo. Su personalidad es una de aquellas que nos hacen intuir cómo será el hombre del futuro, cuando la concienciación absoluta será un hecho consumado. Esta es la apocatástasis, preconizada por Pablo de Tarso. Santa Teresa ha revelado que alma y cuerpo nada pueden si sobre ellos no alienta el espíritu, hasta el punto que un positivista ateo, como el filósofo francés Henri Bergson, no habría descubierto lo sobrenatural, si no hubiese estudiado "Las moradas" de la santa de Ávila y toda la producción literaria de la mística "andariega". Santa Teresa, afirma Bergson, y San Juan de la Cruz deben ser colocados sobre todos los místicos. Fue iluminado Bergson, sino que judío, se convirtió al catolicismo. Santa Teresa demostró que el alma mística está más segura de la existencia de Dios que de la suya propia. "Me muero porque no muero". Dice, "la vida terrena es muerte. La verdadera vida está en Dios y con Dios". Santa Teresa, por un milagro de la gracia, alcanzo el ápice de la mente, que le permitió dialogar con el amor supremo. Deseaba morir para vivir la plenitud del amor. Sus maravillosas enseñanzas conectan con los anhelos de nuestro siglo. Su fidelidad a la iglesia, en cuyo seno ella vivió y murió.

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