La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La Ciudad Y Los Días

Tal día como hoy

Ante el obsesivo afán por modificar la historia

Hace la friolera de ochenta y dos años, los aviones del Ejército republicano arrojaban sobre Oviedo gran cantidad de pasquines invitando a la rendición de los revolucionarios que ocupaban la ciudad: "¡Rebeldes de Asturias, rendíos! Es la única manera de salvar vuestras vidas: rendición sin condiciones y entrega de las armas antes de 24 horas. España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros. Estáis solos y seréis las víctimas de una revolución vencida y fracasada?".

La revuelta, contra la legalidad republicana, había supuesto un cruento asalto a una ciudad tranquila y confiada, con sólo una escueta guarnición, que luchó heroicamente calle a calle en defensa de la desprevenida población hasta la llegada de las columnas de socorro.

Conocido fue -después tergiversado por intereses políticos- el rastro de destrucción y muerte que causaron aquellos dolorosos acontecimientos promovidos por dirigentes que trataban de utilizar a su favor las demandas del mundo laboral. ¿Qué habían hecho los pacíficos ovetenses, monárquicos y republicanos, de derechas y de izquierdas, ateos o religiosos, para merecer esto?

No hará falta recordar una vez más el tristísimo balance de aquellos lejanos hechos que muchos entendíamos ya archivados en la historia. Una historia que otros quieren rehacer para presentarla de distinto modo y como un tardío alegato a favor de su ideario. Propósito sin duda en la línea de aquel nefasto zapaterismo que intentó eliminar el verdadero espíritu de la transición política en los finales años setenta.

Dígase lo que se quiera, la Revolución constituyó un error gravísimo para todos, a izquierda y derecha. Dejó heridas muy profundas y constituyó el germen seguro de la guerra civil, con más destrucción y muerte en toda España, y en nuestra ciudad, con un cerco y un asedio que torturaron quince meses a los ovetenses, aún no repuestos de los nefastos días de octubre.

Quienes fuimos muy niños durante aquellos terribles acontecimientos de revuelta y de conflicto civil, del 34 y del 36, conservamos en la memoria las destrucciones en las calles, las desventuras en familias, muertes, mutilaciones, enfermedades, precariedad en los suministros, orfandades de estreno... Niños que, sin conocer otra cosa que guerra y dificultad, seguimos el ejemplo de nuestros mayores para salir adelante sin mirar atrás, con frío en la escuela, comida racionada y juegos entre ruinas con pelotas de trapo.

Presentar ahora la revolución de octubre contra el Gobierno republicano, origen de lo que pasó después, como una gesta positiva y rehacer su historia y consecuencias a gusto y conveniencia de unos intereses ideológicos, cuando no de una severa desinformación, hacen un flaco servicio a la convivencia ciudadana.

Lástima que algunos sectores de la izquierda traten de utilizar su legítimo acceso a la Corporación municipal para modificar la historia a su favor y replantear a su modo un callejero que ya fue en realidad cosa juzgada.

Compartir el artículo

stats