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Crítica / Música

Las nuevas arenas

Un concierto como ejemplo de colaboración entre entidades públicas y privadas

Entendemos como legítimo el estipendio recibido en virtud de un servicio prestado, sea éste dirigido a cubrir una necesidad básica, lúdica o profesional, o como se decía antes, para el cuerpo y el alma. El arte como expresión cultural o simbólica es propio de la condición humana y una de sus características definitorias. Que el arte y la cultura entren a formar parte de una estadística de consumo relativiza, desde un análisis meramente economicista, su valor a las condiciones del mercado, convirtiéndose en objeto de transacciones en manos de mercachifles o de políticos cuya "economía de medios" se mide en votos. Con una cultura tocada en su línea de flotación desde unas leyes de educación no consensuadas, restringidas a un debate mercantilista e ideológico o recortada en subvenciones a festivales, teatros y dando así la espalda a las nuevas generaciones de artistas y profesionales de la cultura, parece necesario realizar un profunda reflexión de la que puedan salir las soluciones a los nuevos retos planteados. No cabe duda de que la "res publica" que ya definieran en la Antigua Roma, la cosa pública o el bien común, es la "arena" en la que ha de proyectarse y alimentarse la cultura, el arte y la música, fruto de una expresión colectiva o privada. Pero, no es menos cierto que otros agentes, concretados en una "Ley de mecenazgo cultural", podrían respaldar, nunca sustituir, el encomiable esfuerzo que desde algunas instituciones públicas se viene realizando.

El último concierto de la Sociedad Filarmónica es un buen ejemplo de la colaboración entre entidades privadas y públicas para generar y apoyar la cultura. Los socios de la Sociedad Filarmónica, la Orquesta Oviedo Filarmonía, dependiente del Ayuntamiento de Oviedo, y la Fundación EDP han hecho posible una velada que llenó de público el Teatro Filarmónica. Al frente de la orquesta, el joven director gallego Luis Miguel Méndez Chávez, que se presentó en el escenario ovetense con un programa sinfónico que desplegó el mejor hacer de la orquesta y una dirección que mostró una gran fidelidad a la partitura sin arriesgar con especulaciones subjetivas.

La "Obertura de "La clemenza di Tito" sonó novedosa. La práctica de interpretar una obertura fuera de su contexto operístico no fue desconocida para Mozart; sin embargo, no es esta la más habitual en las salas de concierto, tal vez por pertenecer a la última ópera compuesta por el compositor austriaco.

Un acierto en la elección que fue aprovechada por L. Miguel Méndez para realzar el papel dramático que la sección de viento madera asume en las últimas obras de Mozart. La "Sinfonía nº 40 en Sol menor" de W.A. Mozart resultó ágil y llena de vida, comedido en el "Molto Allegro", dialogante, transparente y con matices picarescos en el "Andante", un "Menuetto" elegante dio paso a un enérgico "Allegro Assai".

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