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La mar de Oviedo

Quemados

A las siete, en la Librería Cervantes, presenta Alfredo Hernández "Residencia de quemados"; quemados cognictivos, me aclara el autor. Magnífica edición de Luna de Abajo; sólo la portada merece premio. Para escribir la novela, además de introducirse en terapias de grupo, dirigidas por psicólogos clínicos (que acaban churrasqueados), Alfredo, como ganadero que fue, aficionado a los caballos, amante de lo agropecuario y magnífico anfitrión, propició reuniones en su casa de campo, donde, como en el juego del burro, cada huésped trataba de casar sus naipes, empatar con el compañero, menos por menos más, buscar un denominador común que le ayudara a resolver su baza, tras las cartas que la vida reparte y tira a la rebatina. Leed la historia de una psicóloga y la especial relación con sus cuatro quemados. Pitágoras, más bombero que freudiano, nunca recomendó revolver brasas.

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