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"Lo que descargas es de mala calidad y te da problemas de virus", argumentan los usuarios

Las sensaciones de un niño al cazar una nueva película en un videoclub

Los dueños del videoclub de Comandante Vallespín disponen de una nutrida base de datos de unos 24.000 socios. Admiten, no obstante, que pueden ser activos aproximadamente la cuarta parte del total. También es cierto que "unos se marchan y otros vuelven, y los que vuelven se encuentran con que sus datos siguen aquí". Amador y Fernando Villavirán subrayan que una de las pruebas de que el negocio no está muerto es que "en lo que va de año llevamos unos 200 socios nuevos".

Cristina Menéndez, en sus 15 años en La Corredoria, acumula 5.800 socios. "Lógicamente, no alquilan todos, pero tengo una clientela fiel y, sobre todo, muy cinéfila, a la que le gusta ver buen cine y quiere calidad", señala.

¿Y quiénes son esos socios? ¿Por qué continúan acudiendo a un tipo de tienda que parece haber caído en desuso? Ángela García Magadán ofrece algunas pistas. Ingeniera forestal, vive en el barrio de la Florida y es socia de la tienda de Comandante Vallespín. "Aparte de que no me gusta descargar películas de internet, lo que descargas es de muy mala calidad. Y luego te llegan los problemas de virus y tienes que formatear el ordenador, además de que no controlo mucho de informática", explica Ángela García, quien suele inclinarse por los filmes de ciencia-ficción.

Graciela Blanco tiene un negocio de hostelería en San Claudio. Suele ver cine en familia, y preferentemente por semana, pues los fines de semana no se lo permite el trabajo: "No me gusta ver películas por internet. Cuesta mucho descargarlas, el ordenador se queda colgado, la imagen se te va... Es mucho más cómodo venir al vídeoclub y coger una peli sabiendo que vas a verla entera y sin ningún problema", explica. Ha devuelto "Premonición" e "Infierno azul". "Me gusta todo tipo de cine, menos las películas españolas, que me parecen malas", sentencia.

Samuel Orta vive en Colloto. El gusto por el "ambiente videoclub" le ha convertido en cliente habitual de Cristina Menéndez en La Corredoria. "Me gustan mucho las películas y las series históricas", relata. Una serie que le está apasionando es "Vikingos": "Estoy deseando ver la cuarta temporada". Es una de esas personas que, cuando algo le gusta, lo ve varias veces más. En esta ocasión, se lleva para casa la segunda parte de "Independence Day": "Imagino que será una fantasmada, pero algunas veces hay que arriesgar", bromea.

Las últimas novedades son el principal criterio de elección de los clientes. El ritmo no es constante, pero cada semana llegan a los videoclubes entre ocho y diez títulos nuevos. Los responsables de las tiendas piden copias en función de la demanda que pronostican. "La leyenda de Tarzán" y "Jason Bourne" son algunos de los grandes estrenos en DVD de estos días.

Los precios de alquiler suelen oscilar entre los dos y los tres euros por película. En las series, el precio es más alto y, como contrapartida, el periodo de préstamo es más prolongado. "No existe una actividad de ocio más barata", asevera Amador Villavirán, quien aporta cifras aproximativas: "Un mes bueno podemos alquilar en torno a 2.400 películas; un mes flojo, unas 1.700". La pauta general, agregan los Villavirán, puede resumirse en el refrán "a mal tiempo, buena cara". Es decir, los fines de semana fríos y lluviosos son los mejores para los videoclubes. En el caso de Cristina Menéndez, al compaginar dos tipos de oferta, los ritmos de negocio no están tan predeterminados, ya que la demanda de chucherías, snacks, chocolatinas, bebidas o juguetes sigue una lógica distinta.

En los tiempos recientes, a los videoclubs han llegado películas de alta calidad de imagen y sonido -la modalidad "blu-ray"- que se alquilan a un precio ligeramente superior. Las de tres dimensiones requieren unas gafas especiales para ser visionadas. La demanda de este tipo de películas puede representar "el 20 por ciento del total", calcula Fernando Villavirán.

Los propietarios de videoclubes reconocen que el futuro del sector está marcado por la incertidumbre. Lejos están aquellos años en los que el alquiler superaba en volumen de negocio al cine. "Necesitamos un poquito de estabilidad que al menos nos permita planificar a medio plazo", subraya Amador Villavirán, quien durante algún tiempo presidió un colectivo de ámbito nacional. Los cierres son frecuentes. Incluso resulta difícil realizar una estimación de cuántos videoclubes funcionan en España. Podrían ser entre 500 y 600, aventura. "En Gijón hay unos cuantos", indica, como contraste a lo que sucede en Oviedo.

Pero las dudas sobre el futuro no se circunscriben a los videoclubes. "Habrá que ver qué sucede cuando los clientes de Netflix dejen de disfrutar de las ofertas iniciales y tengan que empezar a pagar a tocateja", advierte Fernando Villavirán, quien apostilla que "en España pesa mucho la cultura de la gratuidad".

Cristina Menéndez aporta una reflexión: "Las plataformas digitales son competencia para nosotros, pero competencia legal. Eso no nos preocupa, porque tenemos más títulos y más novedades, y un trato personal que un ordenador no puede dar. Lo peor son las plataformas ilegales, en las que la gente consume cine en el que la voz y el sonido no están compensados, el doblaje es sudamericano, la película se corta o se ve oscura. Siempre habrá gente que quiera calidad y buen cine, y eso es lo que nosotros ofrecemos".

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