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Lo bueno de Faro

El recuerdo de los días pasados junto a la familia Vega, Lito y Selito, maestros del barro

A pocos kilómetros de la ciudad de Oviedo, pero perteneciente al mismo Ayuntamiento, se encuentra Faro, habitado por buena gente y con buen barro para trabajarlo.

Allí viven, entre otros, la familia Vega, fareros por excelencia a los que conocí hace años y, bromeando, nos teníamos como familia.

José Vega, más conocido por Lito, y su hijo Selito, trabajaron y enseñaron a trabajar el barro con sus profesionales manos ante un torno que movían puntualmente con sus pies. De aquel barro sacaron múltiples piezas algunas de ellas registradas y en exclusiva, predominando el arte celta.

Hace unos años el entonces Banco de Asturias, aprovechando su sala de exposiciones, atrajo la labor de Lito y Selito e hizo una exposición con piezas numeradas. A partir de ese momento, con su visita al Banco, empecé a tratarme con ellos, de tal forma que, con frecuencia, iba hasta Faro a visitarles y ver cómo desarrollaban su trabajo.

Y así, bromeando, Selito me llamaba "tío" y Lito "hermano" por el apellido Vega que parecía unirnos familiarmente.

Y así comí en su casa bastantes veces y hasta una noche prendieron el horno de cocer barro que había delante de su casa para que viese el antiguo proceso que lógicamente estaba en desuso al utilizar el actual eléctrico que estaba situado en el taller.

Conservo una película hecha para mi hijo y presentada en el Colegio San Ignacio, donde tanto Lito como Selito trabajaron varias piezas de barro.

Estando en Madrid me llamaron para que fuese a verles a Aranjuez, aprovechando un ferial que allí se celebraba. Pero la distancia se hizo mayor cada vez y el tiempo pasaba, hasta un día que me acerqué a Oviedo y fui a verles a Faro. Qué tristeza me entró, Lito y su mujer habían fallecido. No obstante, Selito y su hermana me invitaron a comer a un bar de Faro, donde degustamos una estupenda comida que nos sirvieron a la carta.

De aquella, Selito había puesto a trabajar a sus dos sobrinos, hijos de su hermana, que sin duda habían heredado las facultades familiares en el trabajo. Fue mi última visita y desde entonces, salvo alguna publicación en LA NUEVA ESPAÑA, no supe más de mi "sobrino", que sé que sigue enamorado de continuar con esa profesionalidad de trabajar el barro y que no se abandonen las tradiciones de algo tan interesante, sin olvidar los buenos ratos que pase con él y sus padres.

Hoy les aporto una tetera hecha por Selito.

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