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Pediatra del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)

Aprendiendo de mis dedos acribillados

Una pediatra experimenta durante una semana lo que sus pequeños pacientes tienen que hacer toda la vida

Estos días he querido hacer un ejercicio práctico de empatía: durante siete días, además de llevar un monitor continuo de glucemia intersticial (iPro2), me hice un perfil glucémico como el que les pido a mis pacientes que tienen diabetes.

El lavado de manos previo a pinchar el dedo, el dolor en alguno de los pinchazos (he de confesar que de pequeña tenía mucho miedo a los pinchazos...), a veces tener que exprimir para obtener una gota mayor de sangre, el repetir el pinchazo por sangre insuficiente, tener que poner en ocasiones una tira reactiva nueva, a veces sangrado excesivo y tener que comprimir, la dificultad de acordarme de hacer nuevo análisis de glucemia a las dos horas...

He experimentado las dificultades de los pacientes en su día a día, aunque tan sólo un poco, porque yo no tenía que administrarme insulina, y esperar los 15-20 minutos para comenzar a comer, ni tenía que ajustar las raciones de alimentos y el ejercicio, ni tuve hipoglucemias, aunque sí intenté comer saludable y practicar ejercicio físico como recomiendo y trato de hacer habitualmente. Tampoco me he hecho ningún análisis de madrugada. Me imagino cómo deben sentirse los padres levantándose, algunos más de una vez, a pinchar a sus hijos pequeños por el temor a que hagan una hipoglucemia nocturna.

Ha sido un buen aprendizaje para entender y comprender mejor a los adolescentes que se "olvidan" de hacerse los controles. Ello no evitará que siga insistiendo y explicando el porqué de la importancia de hacerlo bien, o al menos saber la hora a la que se hacen los análisis para interpretarlo adecuadamente. Es decir, insistir en una buena educación diabetológica. Sólo si se comprende el sentido de lo que te piden hacer, especialmente si es molesto y continuado, se logrará una buena adherencia a las indicaciones y cuidados.

He aprendido que no puedo cejar en el empeño de que tengan acceso a las nuevas tecnologías que mejoran no sólo su control metabólico sino también su calidad de vida (evitar pinchazos, mayor flexibilidad ...), lo que redundará en un futuro mejor para ellos, sus familias y la sociedad en general.

Es imprescindible buscar cauces para facilitar de forma real ese acceso. Ahora mismo, el sistema de monitorización FLASH de glucosa, válido desde el 2016 para mayores de cuatro años, cuesta 120 euros al mes; y el sistema de sensor integrado en los que llevan bomba de insulina, unos 200 euros al mes: cuantías inaccesibles para muchas economías familiares.

Desde la responsabilidad y compromiso con la sostenibilidad del sistema público de salud, es imprescindible buscar soluciones. Si no es posible la financiación total, que sea al menos parcial, teniendo en cuenta el ahorro que supone en tiras reactivas y lancetas, que sí disponen de financiación pública, sin considerar la disminución de descompensaciones agudas y complicaciones crónicas. Habrá que ser audaces e imaginativos.

No me duelen mis dedos acribillados, sino los de mis pacientes, especialmente los más pequeños, que no por siete días, sino de forma continuada, se ven obligados a este control. A quienes piensen que no es para tanto, que se habitúan fácilmente y que no les importan los pinchazos, les invito a que hagan la experiencia. Para mí, ha sido muy enriquecedora.

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