Cuadró que a las ocho y veinte había terminado mis compras en el centro comercial de Siero, a esa hora anunciaban "Passengers", con Chris Pratt y Jennifer Lawrence, y entré al cine, como pasajero que no quiere perder ningún tren. Chris despierta accidentalmente de su hibernación, en su viaje galáctico, cuando falta casi un siglo para llegar, y tras un año en soledad, revisa los expedientes de los pasajeros y decide despertar a Jennifer, la más atractiva entre cinco mil, para compartir el resto de su vida en una nave donde todos duermen, incluso la tripulación. La película, excelente hasta que se estropeó, plantea una cuestión moral: ¿puede una persona despertar a otra de su letargo para cambiar su destino? ¡Sí! Es lo que hacemos un hombre y una mujer cuando decidimos tener un hijo: despertarlo de su letargo cósmico para incorporarlo a nuestro hogar precario y nuestro azaroso planeta.