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La mar de Oviedo

Chinchín

La incorporación a las nuevas tecnologías me obligó a crear y aprender un número de cuatro cifras, luego de seis, luego de ocho, ajeno a mi fecha de nacimiento, y memorizar nuevas claves a las que, por recomendación de las entidades a las que me incorporo, añado letras; así, por más que trato de unificar mi ADN electrónico, sólo consigo sutiles diferencias que aún dificultan más su manejo para acceder al ordenador, al móvil, al radiocasete del viejo coche, a Movistar, a Facebook, a Twitter, al blog, a mi web, al banco, al cajero, a la caja fuerte, a la nube informática, a este periódico... No digamos cuando con los guarismos interactúa el e-mail, un garabato, la huella digital, la voz, el iris... Algunos días, más que alternar con desconfiados entes virtuales, de acceso tan complejo, prefiero ir a un bareto y departir en la barra con un semejante, que se abre al primer chinchín.

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