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Ensueño artístico en las alturas

La inspiración que surge en la dulzura de las montañas asturianas

Me voy a retirar a la montaña y como diría el poeta "a mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos", y en efecto recuerdo a un pintor, un músico y un poeta. Los tres aman la belleza, nostálgicos de un ideal de arte y de amor y unidos por un estrecho lazo misterioso, caminan a la conquista del espíritu.

¿Quién sabe su destino? Estos bohemios de la vida han pasado por los patios y salas de la Alhambra, han descansado a las orillas del Bósforo y han soñado bajo la placidez de las noches de luna; han cruzado las selvas con Ruskin y han descifrado el secreto de las ruinas. Así el pintor sabe poner en su paleta una gama de colores; el músico traza sobre el pentagrama mil notas ideales y el poeta rima su canción, vibrante de belleza y emoción. Las buenas hadas han besado la frente de los tres escogidos, despertándoles en el alma la intensidad de una vida de sensaciones y de ideas. En pleno campo de montaña sienten la nostalgia del arte y ahora hablan.

Frente a la majestad de este paisaje, tengo el secreto de todos los colores. El sol me da su lumbre, la luna me ofrece su tristeza de mujer soñadora, y el cielo azul, lleno de estrellas, es para mí un fanal bajo cuya luz fulgen los sueños.

Estas altas montañas y los transparentes ríos forman lienzos inmensos repletos de figuras. De mi paleta al lienzo pasa la hermosura del paisaje. Todo lo veo y mi pensamiento evoca los genios inmortales. Todo lo tengo en ese beso amante que se dan la luna y el sol. Y el músico dice que tengo todo en armonía. De los altísimos peñascos, el soplo enorme sacude los brotes tiernos, azota el ramaje como una nota sonora y amplia sobre la trama orquestal, la nubes se rompen en granizo, y bajo la armonía gigantesca se oye una melodía suave y tierna con la serenidad y dulzura de una voz, apasionada y mansa que se asemeja al acordeón de un arpa pulsada en el silencio de una noche de ensueño. Hay ritmo de frases sedientas de infinito. Es la canción nacida en estos valles bajo las nieblas invernales que bajan de los montes. Es la copla de las montañas asturianas. Sabe a dulzor que no empalaga y suena a rumor de labios que se besan con sincero amor espiritual. Todo canta la palpitación, la canción de la vida que aclama a Dios. Yo, poeta, también quiero cantar. Mi estrofa es tierna y sencilla como amoroso madrigal. Los campos me dan flores que puedo deshojar en lluvia a los pies de mi musa.

Una dulce emoción baña mi espíritu y sube el pensamiento a las alturas como un águila de sereno volar. En mi canción retumbaran los ecos de estos montes. Alguna vieja de noble catadura me contará su amor y alguna bella zagala hará su confidente de lides amorosas con honestas palabras. Todo canta.

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