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Con vistas al Naranco

Limitación salarial de altos cargos

Las diferencias entre las retribuciones de los trabajadores

Búscame en Londres / Dentro de un mes, allí verás mi estado

John Donne (Traducción: J. B. Álvarez-Buylla; Ed. Saltadera)

Un controvertido líder británico se ha introducido en la polémica salarial que, en nuestro país, está centrada en la pauperización y bajura generalizada, incluida la pérdida de capacidad adquisitiva de las jubilaciones, contra lo que legítimamente se rebelan los sindicatos (*).

Es, en primer término, la diabólica y escandalosa desproporción entre salarios de la misma empresa. El colega inglés, y antes algo dijeron incluso los asesores del conservador Cameron, exige que la horquilla no supere veinte veces entre cualquier directivo y el salario más bajo. No sería esta vez un brindis al sol, pues su incumplimiento conllevaría la imposibilidad de contratar con la Administración.

El debate no es nuevo. Platón ya mentaba que nadie ganase más de seis veces lo que otro, y Félix, un buen amigo, me advierte que la limitación de veinte veces ya la buscaba el banquero J. P. Morgan en 1923. Hay quien ha propuesto que el alza de los salarios sea objeto prioritario en los necesarios pactos de Estado.

Por mi parte, conocí en San Miguel de Allende, Guanajuato (México), a Onofre García Tirador, anarcosindicalista felguerino, oriundo de Ribadesella, que había sido consejero de Trabajo en el Consejo Interprovincial de Asturias y León, anglófilo, pretendiente acérrimo de semejante conceptual medida. Onofre reducía la desproporción que ahora se admite en Europa; controversia, por lo demás, relacionada hogaño con la llamada globalización.

Sabida es la antigua voluntad de anarquistas y poumistas de lo que se conoce "como revolución dentro de la revolución", que desencadenó sangrante enfrentamiento en las fuerzas republicanas ensimismadas, uno de los motivos de la derrota del Frente Popular, a la que se refirieron en el Club Prensa Asturiana los profesores Martín Ramos, Erice y Montes en un acto de la Asociación Lázaro Cárdenas. A Aquilino Moral, cenetista y poumista, al que conocí, le aludieron varias veces en el reciente homenaje a García Rúa del Antiguo Jovellanos de Gijón.

Por mi parte hice eco en alguna publicación sobre la guerra en Asturias del decreto del Consejo Interprovincial (Soberano, entre 23-8-1937 y 20-10-1937) en que se intentaba la limitación de diferencias.

Imprescindible, en cualquier caso, para otear el contexto los fascículos editados por LA NUEVA ESPAÑA bajo la serie "La Guerra Civil en Asturias", dirigida por J. Rodríguez Muñoz.

Lo de García Tirador es simple anécdota de un personaje singular. En su día accedí a leer sus decretos, refrendados por Belarmino Tomás, que conservaban dos grandísimas personalidades que tuve el honor de tratar: el catedrático europeísta Sela Sampil, en su casa de Salinas, y el entrañable bibliotecario Lorenzo R. Castellanos, en el llamado "Infierno" de la esfumada biblioteca de Porlier. También creo que estaban entre las reproducciones o apuntes mecanografiados de Santiago Blanco, secretario del presidente del Consejo, que me facilitó Rafael Fernández, y en el encomiable esfuerzo de J. A. Mases para la Editorial Ayalga.

En San Miguel, un pueblo hermoso, con fachadas y proporciones casi de ensueño, almorcé con Onofre, en ambiente apenas propicio para rememorar su intervención legislativa y reglamentaria. Aquel viaje fue muy importante para mí, pero no saqué el suficiente partido en mis esquemáticos conocimientos.

Veremos en qué termina el debate de la pirámide salarial que tiene raíces en el laborismo clásico británico, sobre cuyos orígenes peroraba Federico Engels, y que hogaño da temerarios tumbos entre el llamado "Brexit", la cerrazón antiinmigratoria y el susodicho imán de la globalización.

(*) Esos sindicatos, y no menos las fuerzas democráticas astures, deberían fijarse, a mi modo de ver, en la salvajada que sufren ¡los 55 de Trubia!

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