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Crítica / Música

Potencia, brillantez y colorido de la OSPA

Un concierto marcado por sonoridades de impacto en torno a Weber y Bartók

La dirección de las políticas culturales en Asturias es el tema estrella en las últimas semanas, por las informaciones acerca de los recortes en los presupuestos de la actividad musical de Oviedo y su impacto sobre actividades asentadas en la ciudad. Además, coinciden hasta fines de abril los encuentros organizados por el grupo socialista para discutir en mesas redondas el modelo cultural de Oviedo. Entre los invitados a estos actos sorprende la ausencia de representantes de las principales orquestas asturianas y de otros responsables imprescindibles en la actividad musical clásica de Asturias. Sería importante escuchar su voz para poder opinar sobre las oportunidades y los puntos fuertes que tenemos en este campo en materia cultural.

En este sentido, la OSPA continúa con su compromiso de ampliar experiencias de plazas como Avilés y Oviedo, también con su programa de esta semana dirigido por Rossen Milanov. Así descubrimos a Jennifer Higdon, prolífica compositora norteamericana, que ostenta grandes reconocimientos, como el Pulitzer de la Música. Su "Concierto para viola", que protagonizó el profesor y solista Roberto Díaz, gustó sin duda al público, con su virtuosismo sonoro y una paleta orquestal de gran belleza. Así, el primer movimiento lució una orquestación delicada, mientras la viola, con sus propiedades de registro y color sonoro, sobrevolaba el conjunto para zambullirse en él, o dialogar con los instrumentos, con libertad lírica y de timbres. También destacó el tercer movimiento, con la potencia y la amplitud de la línea solista, para explorar diferentes combinaciones de instrumentos en una OSPA versátil, con diversas influencias rítmicas y armónicas. Sonoridades de impacto también en la segunda parte, con la suite del ballet "El mandarín maravilloso" de Bartók. Aquí el engranaje de la OSPA funcionó a la perfección, en una interpretación muy meditada, en la evolución de un discurso que lleva a la orquesta a momentos de paroxismo, con violentos contrastes y rupturas, que representan el juego de seducción con fines salvajes de un argumento prohibido.

La velada tuvo otro protagonista, el compositor Carl Maria von Weber, que sentó la base para el desarrollo de la ópera romántica alemana. La llamada de la trompa transporta al mundo fantástico de "Oberón", la última ópera del primo político de Mozart, con la brillante sonoridad que caracteriza a su música. Con su titular al frente, la OSPA extrajo todo el colorido orquestal propio de Weber, mientras se ampliaban las líneas sonoras de la obertura de esta ópera, con unas maderas muy efectivas, a destacar el solo de clarinete de Antonio Serrano. Fue inevitable pensar en la influencia de Weber en Richard Wagner, con sus dramas legendarios y medievales -igual que este "Juramento del rey de los elfos"-, donde la música se dilata a gran escala en la orquesta. También los temas de Weber sirvieron para la "Metamorfosis" de Paul Hindemith, uno de los compositores más influyentes del siglo XX. Su música es toda una travesía creativa, desde la experimentación sonora de obras como la "Suite para órgano mecánico" -nada menos que para el "Ballet Triádico" de la Bauhaus-, hasta las tendencias neoclásicas de esta "Metamorfosis". Se trata de una composición muy sólida con el uso de formas tradicionales, ritmos claros y una armonía muy personal. A la vez, Hindemith sorprende con su técnica compositiva, por su variedad, en los cuatro movimientos de la obra. Como el primer "Allegro" de rica inventiva y contrastes, para una OSPA flexible, frente al siguiente "Scherzo", con otra economía de medios, para desplegarse de manera gradual en la orquesta. Potencia, brillantez y colorido orquestal fueron las tres claves así de esta cita con la OSPA.

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