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La Ciudad Y Los Días

Un poco más paganos y algo menos sobrios

Un manojo de recuerdos de la Cuaresma de ayer

Sin ninguna intención apologética, tampoco nostálgica, aventura este modesto escribidor que los días cuaresmales del presente, como tales, tienen muy poco que ver con los del viejo Oviedo de un largo medio siglo atrás. Dicho sea por establecer un marco espacio-temporal que sirva de referencia.

Muchos de los que entonces éramos jóvenes aún estamos aquí como testigos de lo que va de ayer a hoy. Y será para establecer que, en el sentido que apunta el primer párrafo, no es que haya pasado mucha agua bajo los puentes, como se suele decir, sino que hasta esos puentes han desaparecido como en una oceánica avalancha sobrevenida.

Las costumbres, la tecnología, el nivel de vida, las convicciones personales son ahora, en cierta medida, como de otro planeta. Es verdad que en el fondo los seres humanos seguimos siendo los mismos (y las mismas, claro), con nuestros anhelos, afanes, necesidades, fortalezas y debilidades. Somos así.

Durante el tiempo que acotamos en el primer párrafo, nuestro Oviedo aún conservaba algunas reminiscencias de aquella ciudad dormida a la que repetidamente citaban los escritores: Vetusta, Pilares, Carbayonia, Abulia? Y con todas las consecuencias porque admitamos que en materia de usos y costumbres aquel Oviedo era no sólo hijo de su tiempo sino también de su espacio y de su historia. Siempre dije que no es justo juzgar el ayer con criterios de hoy.

Valga este preludio para considerar lo que va de ayer a hoy en los días cuaresmales, período cristiano que precede a la Pascua con la que culmina también la Semana Santa. El Concilio Vaticano II marcó la transición, muy acentuada en España, desde una tradición religiosa muy severa ("de antes de la guerra" era una frase hecha) que ponía el acento a ultranza en el pecado y en la intransigencia.

La Cuaresma estaba, pues, muy marcada por lo penitencial. Los chavales del Instituto y de las escuelas teníamos una semana de ejercicios espirituales en los Carmelitas, predicados por el famoso padre Florencio de Santa Teresa. Por su lado, ya unos años después, la Juventud de Acción Católica organizaba unas predicaciones con un orador de fama que llenaban la Catedral.

La Semana Santa constituía una manifestación de fe al estilo de la época. El Domingo de Ramos, con la hoy conservada bendición de las palmas y los ramos de laurel que los ahijados llevarían a los padrinos, se estrenaban atuendos. En Semana Santa, había procesiones, que casi desaparecerían a raíz del Concilio, tradición recuperada con brío no hace muchos años con una serie de actualizadas novedades.

El Jueves Santo, la visita a los monumentos eucarísticos de los templos ovetenses constituía una verdadera romería urbana. Ese día y el Viernes Santo no había diversiones. El llamado Sábado de Gloria, por la entonces "anticipada" Resurrección de Cristo, se estrenaban películas y obras de teatro. Y el Domingo de Pascua de Resurrección, los ahijados recibíamos el "bollo" de los padrinos.

No sé si decir que nos hemos vuelto algo menos sobrios y un poco más paganos.

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